CIUDAD DE MÉXICO.- El editor Mario Muchnik, uno de los más célebres de ese campo y descubridor de grandes firmas para el público de habla hispana, murió ayer a los 91 años.
“Adiós, Mario Muchnik. Lamentamos la pérdida de la editorial argentina. Muchnik estaba radicado en España y tuvimos la suerte de que compartiera su trabajo editorial y fotográfico en Casa de América. Que la tierra os sea ligera”, publicó Casa de América en Twitter.
De ascendencia rusa, el también escritor y fotógrafo argentino radicado en España nació el 21 de junio de 1931 en Buenos Aires.
Fue amigo personal de Julio Cortázar, Italo Calvino y Ernesto Sábato e introductor en España de autores como Primo Levi, Elias Canetti, Oliver Sacks y Susan Sontag.
Creó Muchnik Editores, posteriormente El Aleph (1973-1987), y en 1980 tras la designación del Nobel literario a Canetti -un búlgaro de origen sefardí que escribía en alemán y del que Muchnik era editor en España-, amplió su horizonte editorial.
Durante un tiempo también fue director editorial de Seix Barral y Ariel; tras ser despedido de ambas casas editoriales, amigos como Cortázar y Calvino le ofrecieron sus libros a cambio de adelantos simbólicos, para que pudiera seguir con su pequeño sello.
En 2017, el Instituto Cervantes homenajeó a Muchnik.
Un nexo amor-odio
En una entrevista con Carlos Rubio, publicada el 9 de enero del 2001 en EL NORTE, Mario Muchnik habla de la relación entre autor y editor.
Autor y editor: una relación de amor-odio como la de cualquier pareja en el mundo.
No quiero relaciones idílicas con un autor. Lo que quiero es que un autor venga y me diga: “Oye, me has mandado un contrato de locos”.
Y que nos demos o no la razón. Pero al mismo tiempo que sea un autor que me diga: “Quiero que leas este libro y me digas qué piensas”. Y yo lo lea y diga lo que pienso. Y viceversa.
El editor debería de ser el mejor colaborador del autor y viceversa. Eso es lo que a mí más me gusta. Para mí significó muchísimo mi relación con Canetti, Cortázar y (Jorge) Guillén, por lo que tuvo de colaboración.
Con el autor el diálogo debe ser vital; se debería poder hablar de cine, del amor y de la muerte; debería ser posible, idealmente, que un autor y un editor fueran amigos.
Yo he tenido mucha suerte y lo he buscado, el porcentaje de autores que han sido amigos y que conservo como amigos cuando ya no son mis autores es muy grande.
Y la amistad que tengo con los autores es lo que más me fascina de este oficio.