NUEVO LAREDO, TAM. – Este Viernes Santo, en la cuadra 5900 de la calle Doctor Mier, el silencio fue interrumpido por los ladridos insistentes de Tyson, un perro que se había vuelto parte del paisaje del barrio tanto como su inseparable amigo: Rigoberto, conocido por todos simplemente como “Rigo”.
Originario de Poza Rica, Veracruz, Rigo tenía entre 45 y 50 años. Era alcohólico, no tenía un hogar, y se ganaba la vida lavando autos. Pese a su dura realidad, había forjado un vínculo inquebrantable con Tyson, un perro que no era suyo, pero que lo había adoptado como compañero de vida. El can pertenecía a Manuel García, un vecino de 61 años, pero fue Rigo quien se convirtió en su alma gemela de las calles.
Los vecinos notaron que hacía varios días que no veían a Rigo, pero fue Tyson quien no se resignó a la ausencia. Este viernes, el perro llegó hasta la casa de Don Manuel, ladrando con desesperación, rascando la puerta, dando vueltas y emitiendo quejidos que alertaban algo más que hambre o ansiedad. Don Manuel, al notar la insistencia del animal, decidió seguirlo.
La escena a la que fue guiado fue desgarradora: Tyson lo llevó hasta una casa abandonada donde Rigo solía dormir, en el techo del primer piso. Al parecer, el hombre cayó desde la altura y su cuerpo quedó oculto entre matorrales. El perro no solo se quedó junto a él durante días, sino que intentó hacer lo imposible para que alguien lo encontrara.
Don Manuel notificó de inmediato a las autoridades. Elementos de la Policía Investigadora y personal de Servicios Periciales de la Fiscalía General de Justicia del Estado acudieron al lugar. Incluso entonces, Tyson no permitió que nadie se acercara fácilmente. Se colocó entre su amigo y los forenses, gruñendo, impidiendo el paso, como si aún quisiera protegerlo, como si no comprendiera por qué nadie había venido antes.
Los agentes tuvieron que tomarse su tiempo para ganar la confianza del animal y poder cumplir con su labor. Uno de los vecinos presentes comentó conmovido: “Ese perro lo quería más que muchos humanos. No lo dejó ni muerto.”
El cuerpo de Rigo fue llevado a una funeraria para la práctica de la autopsia, mientras que Tyson, fue recogido por su dueño, Don Manuel, orgulloso de la leal amistad del can hacia una persona que sufrió mucho en vida, teniendo solo la amistad sincera del can.