Nuevo Laredo, Tam.— Reyes Rodríguez Morales, un ayudante de albañil de 36 años, fue víctima de un violento ataque por parte de militares mientras caminaba por la carretera Nacional hacia su casa.
Tras visitar a sus hijos, fue interceptado por tres camionetas de militares que, tras pedirle identificación, lo golpearon brutalmente con la culata de sus armas, dejándolo inconsciente y robándole su dinero. “Me marcaron el alto, me empezaron a revisar y cuando volteé, un soldado me empezó a golpear en la cara con la pistola”, relató Rodríguez aún con visible consternación.
Este no es un incidente aislado, sino parte de un patrón creciente de abusos y agresiones por parte de las fuerzas militares contra la población civil. Los testimonios se acumulan y narran historias de detenciones arbitrarias, interrogatorios agresivos y violencia física, generalmente desencadenados por meras sospechas infundadas. Los civiles, como Rodríguez, a menudo son acusados sin pruebas concretas y sometidos a un trato degradante y violento.
Rodríguez Morales explicó que los soldados lo acusaron falsamente de llevar un radio y, al no encontrar nada, descargaron su frustración golpeándolo y robándole su cartera con aproximadamente 1,000 pesos, que representaban su sueldo semanal. “Al no encontrarme nada, se enojaron y me quisieron intimidar. Me quitaron mi cartera, mi dinero, se reían y se burlaban de mí”, expresó.
El padre de familia confesó su temor de salir nuevamente a la calle, preocupándose por ser nuevamente objeto de violencia. “Tengo miedo de que me vuelvan a agredir. No es justo que la ciudadanía viva con este miedo constante”, dijo.
Estos actos de agresión por parte de los militares han generado un clima de desconfianza y temor entre la población civil. El afectado presentará una denuncia formal contra los agresores, aunque enfrenta un sistema que frecuentemente deja impunes a los responsables de estos abusos.
