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Carlos Prieto: el violonchelista incansable

Carlos Prieto dejó una exitosa carrera como ingeniero para dedicarse al violonchelo; incansable, no ceja en la búsqueda de nuevo repertorio

Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- La angustia de Carlos Prieto (Ciudad de México, 1937) por recuperar el tiempo perdido que no le dedicó al violonchelo, una parte de su vida, se ha traducido en el estreno de un centenar de nuevas obras para su instrumento.

Con una exitosa carrera como industrial en Fundidora Monterrey, Prieto inició su transición de ingeniero a violonchelista de concierto en 1975. Luis Herrera de la Fuente tuvo la “osadía” de invitarlo a tocar con la Sinfónica de Xalapa, el Concierto en La menor de Saint-Saëns en el teatro del IMSS en Monterrey. Ese fue el principio de una larga colaboración.

Había estudiado desde los 4 años el instrumento con notables maestros como Imre Hartmann y Leonard Rose, y no lo abandonó ni siquiera durante sus estudios de Ingeniería y Economía en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

En entrevista, Prieto recuerda que el repertorio mexicano para violonchelo y orquesta se contaba con los dedos de una mano y fue entonces que se dio a la tarea de comisionar obras con la idea de que él las estrenaría.

“Esa angustia se tradujo en que me interesara mucho enriquecer el repertorio para violonchelo de México”, dice.

Su tía María Teresa Prieto, compositora española exiliada en el País, le dedicó una primera obra en 1962. No todas las obras estrenadas han sido comisiones, muchos compositores al tanto de su interés por el chelo le dedicaron piezas.

Las primeras obras que estrenó dedicadas a él fueron una sonata para violonchelo solo y un concierto para violonchelo y orquesta, ambas de Blas Galindo, en 1980. A partir de aquel año, Prieto comenzó a “involucrarse seriamente” con la música mexicana e iberoamericana para el instrumento.

A pesar de los 110 estrenos en su haber, ya no solo de compositores mexicanos e iberoamericanos sino también de Estados Unidos, India e Inglaterra, el músico no se sienta en sus laureles.

“Siempre estoy a la búsqueda de nuevas obras y de obras maestras, entonces no quiero decir misión cumplida porque mientras tenga fuerza seguiré con esa labor”, asegura.

Una tarea que le ha merecido el elogio de su entrañable amigo Yo-Yo Ma al decir que el violonchelista mexicano “ha contribuido de manera notable al enriquecimiento de la música en Occidente”.

ADMIRADOR DE BACH

Prieto cumple este 1 de enero 85 años y planeaba celebrarlo en Nueva York con parte de su familia. Después de que el año pasado lo pasara resguardado con su esposa en la Ciudad de México debido a la pandemia.

“Yo no pretendo tener herederos (artísticos). Los chelistas jóvenes que se interesen por todo el archivo de obras nuevas que tengo, está a disposición de todos”.

En compañía de su chelo Piatti, de 1720, todos los días estudia a Bach, su compositor favorito. Tocó la integral de Bach para violonchelo en París, en la Sala Chopin Pleyel en 1985, cuando se celebró el tricentenario del compositor, un año plagado de conciertos en México, Estados Unidos y Europa.

“No ha habido nunca un compositor que compusiera obras, sobre todo para chelo solo, de la categoría de las de Bach”.

Pero estudia a diario no solo a Bach sino las obras pendientes de estrenar, como la del mexicano afincado en Boston José Elizondo, Reflexiones de Cambridge para dos violonchelos, dedicada a Yo-Yo Ma y Prieto.

Ambos violonchelistas se conocieron en 1983 en Nueva York, en un homenaje a Leonard Rose, su maestro en común.

“Ya la hemos tocado en privado, estuve en Nueva York el mes pasado (en noviembre) y también estuvo Yo-Yo Ma y le dedicamos un par de horas a tocar esta magnífica obra de José Elizondo”, dice.

Acordaron que en cuanto las circunstancias lo permitan, estrenarán esta obra en México o Estados Unidos.

“Miss Chelo Prieto”, su Piatti de 1720, es “compañera” inseparable. [Agencia Reforma]

RECONOCEN SU TRAYECTORIA

Prieto sigue la estela de Rostropovich, gran amigo suyo, de ampliar el repertorio para violonchelo.

“A Rostropovich se debe una gran parte del enriquecimiento del repertorio chelístico; compositores extraordinarios como Prokofiev le dedicó una obra para chelo y orquesta; Shostakóvich le dedicó un concierto para chelo y orquesta, obra que he tocado mucho”, evoca con una memoria intacta.

Durante el Segundo Festival Urtext, Prieto fue homenajeado por su trayectoria y la flautista Marisa Canales le entregó diploma y medalla.

Aunque la pandemia obligó a la cancelación de conciertos, no dejó de escribir y anuncia un próximo libro La música clásica. Algunos conceptos fundamentales, notas históricas y breves apuntes autobiográficos, que espera pronto publicar. Se agregará a sus 13 libros ya editados hasta ahora.

Infatigable, Prieto se mantiene inseparable de su violonchelo, responsable de esa transición de ingeniero a concertista.

“Aquí tengo el violonchelo junto a mí”, asegura al teléfono, sentado junto a su Piatti o “Miss Chelo Prieto”, una viajera frecuente con la que se propone seguir ampliando el repertorio mientras las fuerzas no le abandonen.

FASCINACIÓN POR RUSIA

Carlos Prieto siempre ha reconocido el “poderoso atractivo” que ha ejercido Rusia sobre él.

En sus horas libres, en la biblioteca del MIT analizaba con fascinación las obras de los compositores rusos, en particular las de Shostakóvich, a quien dedicó Dimitri Shostakóvich. Genio y drama.

“Ahí tenían una colección de grabaciones enorme, yo iba muy frecuentemente a escuchar música y ahí descubrí, tenía 17 años, la música de Shostakóvich y me interesó tanto que al cabo de tres meses había escuchado toda la música que se tenía ahí.

“No incluía todo porque había obras, por ejemplo, la cuarta Sinfonía que ni siquiera en Rusia se había estrenado y otras obras que al pobre Shostakóvich le habían causado daños muy grandes y estuvieron a punto de mandarlo a Siberia porque su música no coincidía con el realismo socialista que preconizaba el gobierno soviético”, rememora.

El interés en la figura del compositor ruso lo llevó a estudiar su idioma, servir de intérprete en Monterrey del viceprimer ministro Anastas Mikoyan y obtener una beca para estudiar en la Universidad Lomonosov de Moscú en 1962.

“Tomé todos los cursos de ruso que se daban en el MIT, inclusive tomé un año de ruso científico, una materia que jamás me ha servido para nada, y me inscribí a una revista de música que sigue existiendo: Savitsky muzyka”.

De sus viajes a la extinta Unión Soviética y Rusia ha dejado testimonio en Alrededor del mundo con el violonchelo y De la URSS a Rusia.

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