WASHINGTON.- El expresidente Donald Trump y la vicepresidenta Kamala Harris consiguieron el martes sus primeros triunfos en estados con una clara preferencia partidista, mientras que un país profundamente dividido decidía en las urnas el futuro de Estados Unidos.
Los centros de votación cerraron en Pensilvania, Georgia, Michigan, Arizona, Wisconsin y Carolina del Norte, seis de los siete estados más competidos en los que se tiene previsto que se decidan los comicios presidenciales, pero los márgenes seguían siendo demasiado estrechos como para dar a conocer a un ganador. Las votaciones continuaban en Nevada y en otras partes del oeste del país, mientras decenas de millones de estadounidenses sumaban sus votos a los 84 millones de sufragios depositados con anticipación para elegir entre dos candidatos con temperamentos y visiones contrastantes.
Trump ganó Florida, un estado que alguna vez era más reñido y que se ha inclinado marcadamente a favor de los republicanos en las últimas elecciones. También consiguió victorias claras en bastiones republicanos como Texas, Carolina del Sur e Indiana, mientras que Harris hizo lo propio en lugares como Nueva York, Massachusetts e Illinois.
El destino de la democracia parecía ser el motor principal para los simpatizantes de Harris, una muestra de que el persistente mensaje de la candidata demócrata durante los últimos días de campaña —acusando a Trump de ser un fascista— pudo haber tocado fibras sensibles, según AP VoteCast. El sondeo de más de 110.000 votantes a nivel nacional también reveló a un país sumido en la negatividad y desesperado por un cambio. Los partidarios de Trump se concentraban principalmente en temas como la inmigración y la inflación, dos temas que el exmandatario ha estado explotando desde el inicio de su campaña.
Durante la jornada electoral, los votantes se encontraron con un proceso sin contratiempos y apenas reportes aislados con las afectaciones habituales: largas filas, problemas técnicos y errores en la impresión de papeletas.
Harris se ha comprometido a trabajar en todos los aspectos para abordar las preocupaciones económicas y otros temas sin alejarse demasiado del rumbo establecido por el presidente Joe Biden. Trump, por su parte, ha prometido reemplazar a miles de trabajadores federales con algunos de sus simpatizantes, imponer una amplia gama de aranceles a países aliados y adversarios por igual, y organizar la mayor operación de deportación en la historia de Estados Unidos.
