CIUDAD DE MÉXICO.- Con la franquicia de “Transformers” claramente en una encrucijada, sus más recientes protectores han recurrido a su variedad de personajes. Pero simplemente agregar más robots no transformará esta cansada serie.
“Transformers: Rise of the Beasts” (“Transformers: el despertar de las bestias”) le vuelve a dar a la franquicia su peso en la galaxia después de una película derivada más pequeña como “Bumblebee” de 2018. Tenemos un nuevo elenco de robots animales y un enemigo muy malvado llamado Unicron, quien es un devorador de planetas, pero no se usan correctamente y la película cojea de pelea en pelea.
La clave de la película es una llave, una especie de antiguo eje brillante que abrirá un portal en el espacio y el tiempo. Todos la quieren para ir a casa, para matar planetas o para salvar planetas. La audiencia también podría querer usarla para ir hacia una película más interesante.
Dirigida por Steven Caple Jr., con un guion de Darnell Metayer, Erich Hoeber, Jon Hoeber y Josh Peters basada en una historia de Joby Harold, “Transformers: Rise of the Beasts” es un gran cambio que parece presagiar un arco que se desarrollará en múltiples películas, ubicada en el tiempo después de “Bumblebee” y antes de la primera película con actores de “Transformers”.
El problema con “Transformers: Rise of the Beasts” es el mismo que enfrentan todas las entregas de la serie: equilibrar la humanidad con el metal. “Bumblebee” consiguió las proporciones correctas al reducir el tamaño de la máquina.
Pero un gran abismo entre los humanos y los robots espaciales gigantes aparece de inmediato en la nueva película, Optimus Prime sigue siendo su clásico sargento aprensivo: “Si vamos a morir, moriremos como uno solo”, dice. A medida que trastabilla la película, los robots parecen suavizarse solo cuando las bestias aparecen en el último tercio: lloran, se enojan, se sienten protectores, incluso aman.
Los cineastas también han tratado de cerrar la brecha con nada menos que Pete Davidson, quien en inglés da voz al robot juvenil Mirage, un Porsche 911 plateado bromista y que choca los puños con una expresión menos rígida: ”¡No te metas con mi chico!” y “Prime, tienes que aprender a relajarte, amigo mío”. Una de sus mejores frases: “No tengo miedo. ¡Eso es solo aceite de motor!” – pero incluso Davidson parece atrapado dentro de ese acero.
Los efectos especiales son asombrosos, pero a veces insensibles al mismo tiempo. Las bestias, especialmente un gorila que ensancha las fosas nasales, están magníficamente realizadas y los malos se ven geniales mientras controlan elementos en el espacio y el tiempo, como construir pasarelas en el cielo mientras se mueven sobre ellas.
Situar la película en 1994 le da a los cineastas un poco de diversión retro, como agregar beepers (mensáfonos) y referencias a O.J. Simpson, además de una banda sonora que incluye A Tribe Called Quest y LL Cool J. Pero incluso aquí se equivocan, usan “Hypnotize” de Biggie, que salió en 1996, y hacen que un personaje cante “Waterfalls” de TLC un año antes de que fuera lanzada.
Los Autobots están representados por Optimus Prime (con la voz del veterano Peter Cullen en el elenco en inglés), Bumblebee y Arcee (con la voz de Liza Koshy). Luego están los Terrorcons, liderados por Scourge (Peter Dinklage), que controla enjambres de horripilantes de insectos robots y dice cosas como: “Arráncales la carne de los huesos”.
En el diminuto lado humano, Anthony Ramos interpreta a un exmilitar experto en electrónica de Brooklyn llamado Noah, que tiene un hermano menor enfermo, Dean Scott Vazquez, el mejor actor del grupo, y se ve tentado a la delincuencia para conseguirle la atención adecuada. En su primer atraco, se sube en Mirage y, después de una excelente persecución a alta velocidad, se encuentra con el resto de los Autobots.
Buscando la llave del portal, conoce a Elena, interpretada por Dominique Fishback, una pasante de museo con una habilidad asombrosa para reconocer todo, desde una pintura falsa de Leonardo da Vinci hasta una escultura nubia, aunque nunca ha estado fuera de Nueva York. Pronto estará vagando por tumbas antiguas en Perú como Indiana Jones.
Ramos y Fishback son amigos de la vida real y han hablado sobre su química, pero nada de eso llegó a la pantalla. Al igual que los robots, sus escenas están demasiado realzadas y sobreactuadas, como una burbuja intensa de humanidad destilada entre peleas de robots gigantes. Ni siquiera está claro cuál es su relación: ¿Hermanos?, ¿posibles amantes?
Demasiado tarde llegan las estrellas titulares del espectáculo: las bestias. Está Optimus Primal, un gorila de lomo plateado metálico de 13 pies (5 metros) de altura con la voz de Ron Perlman; Cheetor, un guepardo del tamaño de un camión pequeño con la voz de Tongayi Chirisa; Airazor, un halcón peregrino que dispara fuego, con la voz de Michelle Yeoh; y Rhinox, un rinoceronte con la voz de David Sobolov. La película cobra vida con ellos.
También se han estado escondiendo en la Tierra y mucho más tiempo que los Autobots. Incluso se han convertido en una especie de fanáticos de nosotros los humanos: “Hay más en ellos de lo que salta a la vista. Vale la pena salvarlos”, dice Optimus Primal.
Resulta que nosotros, los terrícolas, hemos estado albergando en secreto una gran cantidad de robots sensibles y este último grupo surge de las sombras como cigarras en un momento en que la Inteligencia Artificial y el ChatGPT son una preocupación social. Tal vez deberíamos estar ansiosos, el ChatGPT claramente podría haber escrito una película mejor.
“Transformers: Rise of the Beasts”, un estreno de Paramount Pictures debuta en cines el viernes, tiene una clasificación PG-13 (que advierte a los padres que podría ser inapropiada para menores de 13 años) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por secuencias intensas de acción de ciencia ficción, violencia y diálogos. Duración: 127 minutos. Una estrella de cuatro.