En la vida he aprendido a no demeritar el trabajo de los demás, porque tan importante es lo que todos y cada uno sabemos hacer, como importante también es el precio que le ponemos a nuestra actividad. Creo que esto me surgió a raíz de que en el pequeño huerto que tengo en casa, mi mujer sembró dos matas de chile piquín, entre tantas otras matas y árboles que ha sembrado. Pues bien con el paso del tiempo, y el debido cuidado de mi esposa, las matas dieron su fruto, al principio unos chiles pequeños, pero conforme se le iba pizcando iban apareciendo un poco más grandes. Al principio para mí era divertido y hasta gratificante cortar los chiles y de inicio era un tanto difícil por la falta de experiencia, y de hecho los arrancaba mal. Mi esposa, que es mujer de campo, me enseñó cómo hacerle y poco a poco fui tomando práctica, pero aun así, y todavía me pasa, empleo un buen tiempo para cosechar el equivalente a un vaso.
También al principio me ponía a regalar chile, y como nunca falta ya había quienes me lo exigían bajo el argumento de que las matas ya estaban llenas. Y si estaban llenas era porque ya me había fastidiado de pizcarlas, por lo que mejor les decía que fueran a la casa a tomarlo. Y una vez alguien me dijo, “n´ombre si es una friega pizcarlo”. Y su cínico comentario tiene mucho de razón.
Por lo tanto ahora que veo a quienes venden chile piquín en los cruceros, y ofrecen una bolsita que parece pequeña, pero que en realidad trae más de 100 chiles, a un costo de 30 pesos, ya no chisteó, ya no regateo el precio, pues sé bien la friega que es pizcar dicho producto. Porque hasta eso, somos buenos para regatear un precio de la fruta y la verdura que nos venden en la calle, pero cuando vamos a los supermercados aceptamos el precio establecido. También cuántas veces no hemos escuchado a alguien quejarse que le cobraron muy caro por apretar un “simple tornillito”, sin ponerse a pensar que por ese “insignificante detalle” no funcionaba lo que fueron arreglar.
Aquí lo importante no es apretar el tornillo, sino tener el conocimiento sobre cuál es el tornillo a apretar y para ello es que se adquirieron los conocimientos, ya sea a base del estudio o de la simple práctica, del ser autodidacta. Por eso la estrategia de los mecánicos de “déjemelo para checarlo”, pues muchas veces al arreglar el vehículo delante de la persona, y moverle a un simple cable y hacerlo funcionar, es motivo más que suficiente para que el cliente diga a la hora del cobro, “pues si no le hiciste nada”, o “eso lo hubiera podido hacer yo”, cuando es evidente que no lo hicieron pues por eso llevaron el carro al taller, ya que justamente no sabían qué cable mover. Y así pasa en muchos trabajos y muchas actividades.
Cuántos de nosotros no hemos escuchado también la fábula de “cargar el venado”, que a groso modo habla de cómo un cazador va al monte a conseguir un venado, lo trae cargando por el camino, llega a casa y todavía lo descuera, lo parte y todo para que su mujer se ponga a darle pedazos de carne a sus familiares, compadres, vecinos y conocidos, sin saber la joda que se llevó su marido en ello. Es por eso que a la siguiente vez que va de caza se lleva a la mujer, para que le ayude a cargar el venado, lo descuere y lo corte en pedazos y es ahí cuando la señora entiende la friega y ya no reparte tan fácilmente lo que tanto sacrificio le llevó conseguir.
Esto evidentemente demuestra la facilidad que tenemos para repartir lo que no es nuestro, sin saber la friega que se llevan quienes consiguieron lo que se está dando. Y esa misma facilidad tenemos para criticar el “sencillo” trabajo de los demás, sin ponernos a pensar que por lo regular no cobran por lo que hacen, sino por lo que saben. Y esto aplica en todos, puesto que todos de una u otra forma somos productores, y si no nos gusta que demeriten nuestra labor, pues tampoco debemos demeritar la de los demás.
