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Tiempo de evaluar

Recuerdo que en una de las pasadas reformas electorales, cuando se decretó la línea de precampañas, campañas, etapa de silencio proselitista y elección, los argumentos que mejor alimentaron esta idea, fueron el de obligar a que los partidos políticos, a su interior, se democratizaran y se rompieran las élites que frustraban el avance democrático del sistema de partidos en México.

Otro, no menos importante para ese entonces, fue el de bajar el monstruoso costo de las elecciones comparado con las grandes carencias sociales, y por último el de evitar que el país estuviera en procesos electorales, año tras año, en algunas o en todas las regiones, pues se le atribuía a estos sucesos, que no se pudiera avanzar en las reformas y transformaciones que el país necesitaba para modernizarse y encontrar un lugar en la globalidad y en la comunidad internacional.

Pues bien, amigo lector, después de pasadas varias elecciones locales y federales, hemos visto que tan generosos propósitos no se cumplieron.

Sin embargo, bueno es ver, también, que prefigurar es el ejercicio preferido en la praxis y la técnica legislativa, las leyes se construyen desde el mismísimo acuerdo político y para bien, en el caso de lo electoral, del quehacer diario y objetivo de los partidos y organizaciones políticas, y no en sanas e inocentes intenciones de pretender democratizar lo que por esencia y naturaleza propia no es democratizable.

Lo hemos visto una vez más en el caso de las precampañas en curso, cuya vigencia concluye según la ley este domingo 11 de Febrero. Los pre-candidatos hicieron campaña, unos abiertamente y en algunos casos abusando al usar por largo tiempo los espacios publicitarios que les corresponden a sus partidos y no a ellos, sin que la autoridad administrativa (INE), hiciera algo, o el tribunal (TRIFE),recibiera demanda alguna, es decir nadie se sintió lastimado porque todos hicieron lo mismo.

Cuantos traumas y decepciones le han costado a México y a los mexicanos entender primero, y aceptar después los sinsabores y afanes de la democracia electoral, la fuerza de la cultura política establecida desde hace décadas, sigue más vigente que nunca, y por desgracia, sigue también, imperante la vieja conseja porfirista, o mejor dicho ante-porfirista, de apruébese pero no se cumpla, en clara referencia a la ley y su aplicación.

Por estas y muchas otras razones, principalmente para no quedarnos cortos de memoria y poder corregir lo que no resultó, es importante e inevitable el ejercicio de evaluar, pues invita a la reflexión y reconsideración.

GRACIAS POR SU TIEMPO.

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