Hace apenas unos pocos días, apareció en algunos medios electrónicos y radiofónicos, cuya programación incluye comentarios políticos, más que de análisis fundado, solo de esquemas a manera de mapas conceptuales, sobre la presentación de lo que en todo caso, será o podría ser, el programa de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su partido de regeneración nacional (Morena), según sus letras iniciales. Lo que a todas luces es un acto anticipado de precampaña, campaña y de gobierno para ir aún más lejos.
Causa curiosidad su planteamiento fundamental, ya que está sustentado, más que en el combate a la corrupción, en su erradicación total, que al decir de él, y sus ideólogos, podría aportará al erario nacional, algo así como mil millones de pesos, que serían utilizados para financiar o impulsar una serie de programas de beneficio social generalizados y a fondo perdido (populismo a mi entender), que en mucho recoge la esencia de aquel viejo dicho mexicano “ Si no te alcanza o no tienes para esto, o para lo otro, pues que te mantenga el gobierno”. Bueno pues al parecer lo que se pretende, no es sacar a los pobres de la pobreza, sino que por el contrario, mantenerlos dentro de la pobreza a base de subsidios.
La aludida propuesta programática, presupone una especie de fondo, formado por el equivalente al valor total de la corrupción, como si ese monto estuviera a su disposición en cuentas de cheques, en cuanto él, llegara a la Presidencia de la República. Sin tomar en cuenta que ese fenómeno presente en mayor o menor medida, en todos los países del mundo, y que solo es posible combatirlo mediante la eliminación de la impunidad (lo que sí es posible). De entrada implica que sería un dinero que se esfuma al aparecer el imperio de la ley.
Es decir, que para poder contar con esos fondos provenientes de la corrupción generalizada, (como él dice que existe en el país), los actores y elementos generadores de ella, tendrían que convertirse en aportantes o causantes tributarios, a manera de contribuyentes permanentes, a fin de poder financiar y sostener los aludidos programas sociales.
Por ejemplo, si un negocio o persona física tiene que pagar hoy, por concepto de coimas o mordidas, mil pesos por hacer un trámite, conseguir un contrato o por cualquier otra relación que pudiera pretender con el gobierno, y por virtud de la lucha contra la corrupción, ya no tuviera que pagarlos, de donde van a salir los casi mil millones para los programas sociales.
Será entonces que el gobierno le va a decir a esa persona o empresa, mira como antes esos mil pesos se los dabas a un funcionario corrupto, ahora y en adelante se los vas a entregar al gobierno para que este, a su vez, se los de en subsidios a los pobres, porque no les alcanza para comer, vestir o atender a sus hijos.
No es fácil, entender lo que el referido programa de gobierno plantea, por la sencilla razón de que carece de razones lógicas y posibles, y solo está descrito en argumentos políticos y electorales que hacen presuponer a los electores que las cosas van a cambiar para bien de ellos, a base de ocurrencias, que no precisan de ideas razonadas y congruentes con la realidad económica, social y política.
A decir de los estudiosos del fenómeno de la corrupción, esta proviene de la convencionalidad de tres elementos concurrentes: lo público (impunidad y complejidad legal), lo privado (asociación entre particulares y funcionarios), y la aceptación y tolerancia social, convertidos los tres, al final de cuentas, en cultura. Es decir en usos y costumbres sociales pre convenidas, aceptadas y reproducidas en el tiempo.
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