Después de la exhibida que le dieron a Sergio Guajardo por el robo de 5 millones de pesos que le habría enviado el gobernador de San Luis Potosí –todo lo cual amerita una investigación del próximo gobierno federal, para garantizar imparcialidad, y castigar este desvío de recursos públicos —solo a los militantes ingenuos se les ocurriría aportar cuotas para el sostenimiento del PRI. ¿Para qué se lo roben los dirigentes?
Pero además, el PRI recibe una buena tajada de dinero, vía prerrogativas gubernamentales. Este dinero se debe emplear bien y los dirigentes estatales y municipales podrían mostrar su amor al partido no cobrando un sueldo y destinando las partidas para los gastos operativos.
Total si dicen querer mucho al partido, que lo demuestren con hechos.
En medio de todo esto, es inconcebible que viendo la tempestad, el PRI la ignora.
Después de la lastimosa derrota de hace algunos meses, en vez de abrirse a la militancia y promover su democracia, optó por imponer dirigentes en el PRI, en la CONP y la CNC, lo que provoca el rechazo.
Todo este desorden interno del PRI, corrobora que en las próximas elecciones el tricolor será un invitado de palo.
Aquí en Nuevo Laredo el PRI está desahuciado, con cinco derrotas al hilo en el 2012, 2013, 2015, 2016 y 2018.
Su voto se ha ido reduciendo de 83 mil en el 2010 a 37 mil en la más reciente elección.
Sigue teniendo un voto cautivo importante, pero insuficiente para ganar y no ha podido ganar porque ha cometido el error de imponer candidatos que tienen el respaldo de uno o varios grupos, pero no del priismo.
Otra cosa sería que el partido se democratizara y permitiera que los militantes tomen las decisiones. Eso mejoraría el entusiasmo y las ganas de trabajar.