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¿Para qué tanto dinero?

Hace unos cuántos días estuve platicando con algunos amigos sobre el caso del arresto del ex gobernador tamaulipeco, Tomás Yarrington Ruvalcaba, y casi todos llegamos a la conclusión de que de nada le sirvió al ex mandatario haber acumulado tanto dinero, si a fin de cuentas no lo pudo disfrutar como lo hubiese querido, si a fin de cuentas se convirtió en un prófugo de la justicia y peor aún en un prisionero, que tendrá que afrontar un juicio en el que lleva todas las de perder, y poco que ganar, y donde incluso lo que ha ganado lo puede perder.

Concluimos que así hay muchos casos de personas que durante mucho tiempo gozan del poder y del dinero, pero que tarde o temprano la suerte deja de sonreírles y se convierten en perseguidos de la justicia. Porque así como Yarrington hay muchos otros ex gobernadores que están en igualdad de circunstancias también por dejarse llevar por la ambición.

Rodrigo Medina De la Cruz, de Nuevo León, a quien se le atribuye un desfalcó de 3 mil millones de pesos; Jorge Herrera Caldera, de Durango, con desfalco de 4 mil millones de pesos; César Duarte Jaquez, de Chihuahua, con un faltante de 7 mil millones de pesos; Fausto Vallejo Figueroa, de Michoacán, con 17 mil millones de pesos; Roberto Borge Ángulo, de Quintana, con 22 mil millones de pesos; Guillermo Padrés Elías, de Sonora, con 30 mil millones de pesos; Ángel Aguirre Rivero, de Guerrero, con 37 mil millones de pesos, y sin faltar, Javier Duarte Ochoa, de Veracruz, con un desfalco exagerado de 180 mil millones de pesos, son los casos más sonados de ex gobernadores rateros, y que han pasado a la historia como una generación de corruptos.

Y volvemos a lo mismo, ¿para qué tanto dinero? ¿Valió acaso la pena? ¿Valió el quemón? Puede que muchos consideren que sí, pues es ampliamente conocido que en México no hay justicia, menos para los que ostentan el poder y que le apuestan a que al rato se olviden de ellos y entonces disfrutar plenamente de lo obtenido. Pero al parecer eso se va acabando, y no tanto porque el mismo gobierno mexicano quiera castigar a los corruptos, sino por las presiones del gobierno americano, que por lo visto es el encargado de perseguir a los políticos mexicanos sinvergüenzas, y hacerlos pagar por sus delitos, amén de que la presión del pueblo mexicano cada vez es mayor para que se castigue a los políticos deshonestos.

Sin embargo los políticos rateros en su actuar llevan su penitencia. Ahí está el caso de Javier Duarte Ochoa, hoy prófugo de la justicia, que quien sabe si duerma bien el señor, pensando que en cualquier momento lo pueden detener en cualquier parte, y de nada le servirán los millones robados. Y el simple hecho de pensar que van a pasar el resto de sus días en la cárcel, es para no poder dormir y estar a gusto.

¿Para qué pues tanto poder y tanto dinero si no tienen vida, si no pueden disfrutar lo que tienen, como ellos quisieran? Si viven volteando hacía atrás checando que nadie los vaya a madrugar.

Por eso hay mucha gente que dice “más vale pobre pero honrado”, o “más vale jodido pero feliz”. Y es muy cierto, pues de nada vale tener tanto dinero, cuando es dinero mal habido y no se puede disfrutar.

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