Que el Presidente Andrés Manuel se haya negado a felicitar a Joe Biden es una mala estrategia diplomática para México. AMLO necesita tender puentes de comunicación con el presidente electo, luego de que por miedo se la jugó con Donald Trump, que durante los últimos cuatro años se ha dedicado a denostar a los mexicanos y a humillar a AMLO, el presidente mexicano más entreguista a Estados Unidos, en nuestra historia como nación.
Para colmo, intentó justificar su negativa con el argumento de que en el 2006 a él no le reconocieron su triunfo, como si en Estados Unidos hubiera pasado lo mismo. En lo que sí hay coincidencia es que en el 2006 AMLO no demostró que le hicieron fraude, como no lo ha hecho Trump en el 2020. Son llorones intentando justificar sus derrotas.
Si Trump ha sido duro con México, Biden es posible que sea más duro, pero con respeto. Es previsible que le exija a México que combata de manera eficaz varios temas. También le exigirá que acate las reglas establecidas en materia de inversión y no pretenda cambiarlas a capricho como pasó con la cancelación de la cervecera Constelattions Brands.
Nadie quiere que México se pelee con Estados Unidos, pero sí que haya respeto, como habido todo el tiempo, aún con los desencuentros que suelen darse entre los mandatarios de ambas naciones y no pasa nada.
En otro tema, podrá ser muy intencionado el Instituto Nacional Electoral en su acuerdo para pretender obligar a los partidos a que haya equidad de género en la designación de candidatos a gobernador, pero no tiene facultades legales para hacerlo.
El acuerdo se lo van a tumbar los partidos, ya sea en el Tribunal Electoral Federal o en la Suprema Corte de Justicia.
Todo este asunto suena a un buscapié por parte del INE para ver la reacción de los partidos y lo que pudieran hacer en el futuro para darle mayor participación a la mujer.
Establecer la equidad de género en los cargos de elección y designación, es muy discutible. Más que un asunto de equidad, debe ser de capacidad.
La política, el gobierno, la administración pública debiera ser un asunto de capacidad, no de género o de ocurrencias, como suele suceder en muchos rincones del país, en los que se privilegia el nepotismo, el compadrazgo, el cuatachismo, o se premia al que paga para ello, sin importar que sean un desastre.
