De un tiempo para acá, no cesan las renuncias de personajes que durante muchos años militaron en el PRI y la mayoría se han refugiado en Morena.
En octubre de 2016, Eduardo Gattas, que fue regidor en Victoria, candidato a diputado y estuvo 30 años en el PRI, dijo adiós a ese partido.
En febrero de 2017, le tocó turno al dos veces alcalde de Tampico, Fernando Azcárraga; en abril, Felipe Garza Narváez, ex diputado local en varias ocasiones, ex dirigente estatal del PRI, renunció a toda una vida dentro del tricolor; en mayo, hizo lo propio el ex diputado por Madero, Erasmo Gómez Robledo.
En octubre, Eduardo Hernández Chavarría, ex diputado por Tampico y ex presidente de la Fundación Colosio, le dijo adiós al PRI; en diciembre, renunció al PRI, el ex diputado local y ex alcalde de Nuevo Laredo, Ramón Garza Barrios.
Las más recientes renuncias son las de Rosa María Muela, ex diputada por Tampico y ex directora del Instituto Tamaulipeco de la Mujer; Rigoberto Garza Faz, ex dirigente municipal del PRI en Reynosa; y Daniel Sampayo, ex diputado local por Matamoros.
Estas renuncias de alguna manera se explican porque el PRI de Tamaulipas está muerto. Después de la derrota del 2016, cientos de priistas fueron dados de baja como funcionarios, otros más como meros empleados. Unos más como proveedores.
Y a falta de empleo, fue necesario buscar otras alternativas, cambiar de Estado, de ciudad o incluso de partido. La necesidad es la necesidad.
Al PRI le esperan casi cinco años como opositor, sin acceso a los recursos públicos ilimitados, como ocurría en el pasado.
Encima, el PRI de Sergio Guajardo, de Egidio Torre, se cerró y se maneja como si fuese un bien particular. Guajardo se maneja como si el PRI estuviese en el gobierno y manejase el presupuesto anual de 50 mil millones, lo que en el pasado le permitía premiar con cargos y proveedurías y castigar, dejando fuera de la nómina o de la lista de proveedores, a los rebeldes.
Pero además hay poco interés en competir, en dar la pelea. Lo vemos en Nuevo Laredo donde no se dejó a los priistas escoger un dirigente y se optó por imponer a un delegado que es ilocalizable para los militantes, pues rara vez viene a esta ciudad.
El PRI se apresta a entrar al proceso electoral convencido de que no hay manera de ganar la elección y que encima hay altísimas posibilidades de que se vaya al tercer lugar.
Tamaulipas está perdido para el PRI, salvo un milagro. Si usted cree en los milagros, pues a rezarle al santo de su devoción. Igual y se hace el milagro.
Morena ha recibido a los ex priistas con los brazos abiertos. Es normal, a fin de cuentas el propio Andrés Manuel López Obrador militó en el PRI antes de irse a la izquierda. Pero además lo que se quiere es ganar y en una elección todos los votos cuentan.