“El trabajo duro supera al talento, cuando el talento no trabaja duro” Tim Notke, entrenador.
Alguna vez se han preguntado por qué les gusta el deporte. Ya sea que lo practiques o solo lo veas, el gusto viene por algo. En mi caso, me gustan los juegos. Me refiero a la parte lúdica. Ese sentimiento que teníamos de niños de sentir la alegría de jugar.
Mezclado con la adultez, lo segundo que más me gusta de los deportes son las historias y si son de equipos o atletas que vencen todas las adversidades que les lanza la vida, pues ya me atraparon.
El deporte da esa oportunidad cada vez. Cada juego tiene su historia. Cada jugador lucha contra sus propios demonios internos, cada entrenador sufre y goza de un día a otro e incluso cada aficionado vive de una manera particular su aventura de apoyar a su equipo o atleta.
Lo que vimos con el Atlas parecía DESTINO. Y no me refiero a las supuestas ayudas arbitrales. Parecía de esas veces que los planetas se alineen, los perros y los gatos se “amistaban” y hasta el Brujo Mayor y Mhoni Vidente se ponían de acuerdo en sus ment….. predicciones.
Se sentía una vibra alrededor del equipo de “esta es la buena”. 70 años de decepciones. 70 años de poco o nada que celebrar. 70 años de ver el mundo cambiar y ellos ser la constante: nada de campeonar.
Hombre por hombre no tenían el equipo más talentoso. En eso, León era mucho más y también Rayados.
Nada ni nadie parecía predecir algo así para los atlistas. Ni siquiera sus aficionados. Su mejor jugador era su portero. Defensas poco reconocidos, un medio campo incierto y en la delantera un Julio Furch que venía de una larga recuperación de fractura y un Julián Quiñones que venía como deshecho de los Tigres.
Entonces ni afición, ni expertos, ni apostadores, ni el resto de la liga los tomaba como candidatos. Pero ellos tenían fe en lo que podían lograr.
Nervo, Angulo y Santamaría, junto a Vargas, fueron la mejor defensa de la liga. Reyes y Barbosa volaron por las bandas. Aldo Rocha fue el mandón del mediocampo, con Jairo Torres y Jeremy Márquez como complementos perfectos. Furch se mantuvo sano y ofensivo y Quiñones certero y peligroso.
No hay que olvidar que el que hizo que este coctel funcionara fue el DT Diego Cocca.
De olvidados alcanzaron el subliderato. Superaron en la tabla a equipos millonarios como Rayados y Tigres, a los “grandes”, como Cruz Azul y Pumas y su archirrival local las Chivas. Eliminaron a Monterrey en octavos (fase en la que todos apostaban que perderían), se echaron a un Pumas motivado que venía de eliminar al América y en la final se despacharon al León, que tenía todo a favor, menos la localía en el juego decisivo. Y vaya que esa pesó.
Quién sabe cuántos años más pasarán para que Atlas vuelva a trascender. Espero que no sean otros 70 y que este título no sea una chiripa sino una tendencia y que su fiel afición viva más alegrías.
Por ahora, a los que nos gustan las historias de superación amamos este campeonato del Atlas.
juanfirst@gmail.com
