Qué gandalla resultó Yeindckol Polevnsky quien pretende mantenerse al frente de la dirigencia nacional de Morena hasta después de las elecciones del 2021, con el pretexto de que el padrón de militantes es un desastre que no puede corregir antes de septiembre de 2020, cuando inicia el proceso electoral.
Responsabiliza de este “desastre” al ex Secretario de Organización, Gabriel García y su sustituto, Francisco de la Huerta, pero ¿qué no se supone que en calidad de Presidenta del CEN, debía exigir cuentas antes de que el tema se convirtiera en problema?
Polevnsky haría bien en renunciar. Eso honraría a la mujer que participa en política. Hacerse la víctima, la débil, la sensible, en tiempos en que las mujeres exigen igualdad con violencia, no se vale.
Lo más sorprendente es que ante el desastre en que la señora Polevnsky convirtió a Morena, ni cúpula partidista ni la militancia reaccionan.
La izquierda se quejaba del PRI monolítico y dejaron que Morena se convirtiera en un partido monolítico donde la única voz que pesa es la de la presidenta nacional, respaldada por el Presidente López Obrador, no importa que sea una golpeadora callejera que se escuda en su piel de mujer para exigir que no la agredan. Se vale que ella golpee, pero no los adversarios.
Y como no hay cambios en la dirigencia nacional de Morena, seguirá el canibalismo interno en el país, los Estados, los municipios.
Aquí, en Tamaulipas, sin ir más lejos, varios personajes están construyendo su propia candidatura. Todos se creen los bendecidos por AMLO y quieren que en su momento los demás los acepten y se sumen a sus candidaturas, sin chistar. Nada de unidad, para qué, si creen que con la imagen de San AMLO es suficiente. Aunque con todo y esa imagen, a Morena lo derrotaron en el 2018. Y fue paliza. Ni las manos metieron.
Además de aquí al 2022, la imagen de López Obrador estará muy deteriorada, igual a lo que ocurrió con Peña Nieto en sus últimos cuatro años de gobierno. Salvo que AMLO se decida a gobernar bien, lo que suena difícil de imaginar, porque si en un año acabó con las ilusiones de millones, no hay forma de apostarle a que en lo sucesivo haga las cosas bien.
Morena tiene que deslindarse de López Obrador, como el PRI lo hizo con Peña Nieto, pero tiene que hacerlo ya, porque después de nada servirá el deslinde. Además, de esa sana distancia, tiene que trabajar el territorio, acercarse a la gente, ganar apoyos reales, sin necesidad de restregarle a la gente los programas clientelares, porque los ciudadanos saben que el dinero de esos programas no sale de las bolsas de los funcionarios, sino de los impuestos que pagamos todos.
Pero además separar al gobierno del partido eso es lo más sano en una democracia. Que el Presidente administre su gobierno y que los directivos de Morena hagan lo propio con el partido. Tiene que haber vinculación, no sometimiento.