Hoy sabidos, que la señora Margarita Zavala dejó las filas de acción nacional para emprender la mayor aventura de su vida, tal vez nunca imaginada por ella misma, salir de su partido ha de ser algo muy duro, ella lleva tatuado en su piel las siglas y la ideología de acción nacional, pero aun así, tomó la determinación de buscar la presidencia de la república, por sus propios méritos, esto precisa, de una gran osadía y arrojo personal y de su familia.
Estamos hablando de una lucha desigual y tramposa, llena de trucos y retruécanos, la que le espera a la noble dama, fuera de todo respaldo político, tan solo con el valor y la voluntad que mucho seguramente le ha de enorgullecer. Es de admirarse y respetarse lo que ahora hace esta ejemplar mujer, seguramente pensando en el bien común, pues se le ve honesta y sincera.
Las candidaturas independientes están hechas para que nadie las pretenda, imagínese amigo lector, reunir en un corto lapso de tiempo novecientas mil firmas con tarjeta de elector, en por lo menos 26 entidades federativas y en un alto porcentaje de los trecientos distritos electorales del país. Tan solo para merecer, después de una acuciosa verificación, el registro y acreditación de candidato.
Más le valdría, de haber sabido que este sería el resultado final de sus pretensiones políticas, haber formado un partido político nuevo, son menores y más fáciles de cumplir, los requisitos exigidos por la ley electoral de este país. Pero tal vez sean ese cumulo de dificultades legales y financieras, que seguramente habrá de vencer, y así ser acreditada como candidata, y contender en desiguales campañas, las que le den el reconocimiento y adhesión del doblemente ennoblecido (por los devastadores sucesos recientes), pueblo mexicano, el próximo Julio del 2018.
No está por demás considerarlo, la señora Zavala se llevará consigo un importante número de electores y simpatizantes de acción nacional y posiblemente del Frente Ciudadano también. Tanto ella como la dirigencia del PAN, han emprendido una tortuosa caminata hacia el despeñadero, sin regreso y sin futuro halagüeño que contemplar. Con este incidente se fracciona aún más el electorado y el resultado final de la elección, será sin duda de fotografía.
Las campañas federales y estatales serán, entonces, en verdad duras y por demás impredecibles, nadie, ningún partido ni candidato independiente tiene el triunfo asegurado, la probabilidad de triunfo es, de ahora en delante, de todos. Al contrario de hace seis años, cuando el hoy presidente Peña Nieto, era, como lo fue, el más probable vencedor. Gracias a ese triunfo inobjetable pudo conseguir un buen capital político que invirtió totalmente en las reformas estructurales.
Ahora al final de su sexenio, casi sin capital electoral, se enfrenta a un juego sucesorio apoyado solo en su partido, que no es poco, pero si insuficiente, para repetir la hazaña. Más nuevamente a de apostar todo a una carta, en la que va en juego su legado político y el futuro inmediato del país. Si gana, México seguirá por la senda de las reformas y grandes beneficios para siguientes generaciones. Si le toca perder, al país le esperan serios retrocesos y nuevamente repetidas crisis y viejos sin sabores, que nunca estará de más señalar, pues ha costado mucho superar, se ha trabajado muy duro durante décadas, para que no se vuelvan a presentar.
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.
