Estamos en las últimas horas en tierras qataríes y llega la nostalgia.
Vivimos los tiempos del frenesí digital, que en muchas ocasiones omiten la capacidad de asombro. Fue todo tan rápido, pero acá tratamos de hacer un esfuerzo para subrayar las cosas que Qatar se llevó.
Se llevó a los equipos de la Concacaf, que no tienen capacidad de alta competencia. Para jugar mejor, hay que buscar una mejor preparación, más allá del gran negocio.
También se llevó la sonrisa de Brasil y ese equipo que, se suponía, sería imparable.
Qatar se llevó el último Mundial de Cristiano Ronaldo… Bueno, más bien su amigo y DT, Fernando Santos.
El Desierto se llevó la sorpresa de las selecciones asiáticas, avanzando y ganando más partidos que nunca. Hasta Arabia Saudita e Irán, que quedaron fuera en la primera ronda, ganaron juegos importantes.
Así como algunas selecciones africanas, que ya ven de lejos que sus mejores jugadores son la base de la nueva gran potencia del mundo: la selección francesa.
España y sus miles de toques sin trascender; Alemania, que tropieza fuertemente de nuevo; Uruguay, que sigue llorando en fase de grupos; Ecuador, que demuestra que en Conmebol sólo Brasil y Argentina saben competir; Inglaterra, que sigue usando la bandera de la juventud, pero sin poder aspirar a algo más allá de 1966.
Y lo más poderoso, la parte que será marcada para esta generación, es el recuerdo de Lionel Messi besando la Copa.
El mundo se detuvo durante 120 minutos y una tanda de penaltis, para ver campeón a otro “10” argentino. Messi entra a la mesa de Pelé y Maradona, ahí donde esperarán a Mbappé.
Fue una Copa llena de historias, de muchos goles y de un tremendo futbol. Se acabó el viaje. Llegan los recuerdos de que estuve en 32 partidos (la mitad) y apenas lo empiezo a asimilar.
¡Bienvenidos, bienvenidos! A lo que Qatar se llevó. Sí, parte de mi alma, por vivir algo que jamás olvidaré.
@EnriqueVonBeas