Éstas, son fenómenos que se nutren y tienen su origen en el encuentro de temperaturas opuestas, un poco de eso es precisamente, la tormenta de incertidumbre que hemos creado con el caso Trump, cuyos nutrientes básicos son las temperaturas de la especulación, el temor y la proverbial cultura mexicana de rendirle culto a la derrota, en solazarnos pensando y diciendo a todo mundo y por todos los medios que somos un pueblo de derrotados sin remedio, aun en el caso de que nos fuera bien, persistimos en que hay una mano divina que nos tiene condenados a sufrir y penar, antes que decidirnos a pagar el precio y los costos de un futuro mejor y más justo.
A esos costos específicamente les llamamos desgracia y mala ventura, queremos el bien y el confort gratis, sin pasar por el período de ajuste y carencias en que se finca la expectativa del éxito y la victoria. Nos asombramos de que el peso mexicano caiga en su paridad con el dólar norteamericano, cuando nosotros mismos con el temor y el miedo le abrimos la puerta a la especulación y a la sobre demanda de dólares, factor principal que impulsa la devaluación.
Nos alarmamos y tomamos como una pésima noticia la próxima salida del director gerente del Banco de México, y construimos una retórica que habla de diferencias entre el dios obeso y el gobierno de la República, sin saber si este suceso es cierto o es simplemente un delirio provocado por la alta temperatura que provoca el pánico. ¿Quién puede aseverar o negar la maldad o beneficio de este singular acontecimiento?
Sin duda que el Sr. Carstens es un acreditado monetarista y financiero reconocido internacionalmente, gracias a sus propias capacidades, méritos académicos y sólidas relaciones con la élite financiera de Washington, Nueva York y la Comunidad Económica Europea. No hay, sin temor a equivocarnos, un espacio en esas materias en el que no sepan de la existencia de este ilustre e inconfundible mexicano, cuyo paso por las instituciones hacendarias, financieras y monetaristas han dejado crédito, honra y prestigio.
Ciertamente que la verborrea lingüística siembra temor en los corazones y las almas pobres de firmeza, pero el mundo enfrenta problemas más grandes que la supuesta tormenta Trump, quien por cierto se regocija en el discurso de la diatriba y del relajo, en ese quehacer diario y mediático funda cien por ciento su liderazgo, y si los mercados, los medios y las comentocracias de la perversión y el miedo no aprenden rápido a digerir adecuadamente este discurso de la insidia, llevarán al mundo a los espacios de la histeria, la melancolía social y la depresión, operada ciertamente, por los sicópatas de la desgracia.
En todo el mundo, las instituciones sociales y los regímenes de gobierno institucionales, construidos por las sociedades de la democracia liberal, del consumo y el confort, están sentadas en una silla eléctrica y a un paso de que el renaciente y regresivo populismo baje el interruptor y vuelva a dar inicio el círculo perverso de pretender reinventar, una vez más, cada seis años este país, perdiendo todo lo hecho, todo lo que hemos avanzado en los pasados treinta años.
El llamado a la cordura y la mesura personal y colectiva, es la voz que debe imperar en México y los mexicanos. El señor Trump, es el presidente electo y lo será por los próximos cuatro años, mas es bien sabido que la política en Estados Unidos se construye en el pentágono, las cámaras del Congreso, la CIA y la Reserva Federal, entre otras fuertes instituciones con intereses no siempre análogos al Ejecutivo, por lo que no tanto en la Casa Blanca.
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES, SI DIOS QUIERE.
