A partir del 1 de diciembre, todo empezará a cambiar en la frontera norte de México. Vamos a tener precios homologados a los del lado americano, en la gasolina, electricidad e IVA y el salario mínimo, que en este momento es de 88 pesos, subirá a 176.
De golpe y porrazo nos convertiremos en AMLOlandia. Suena muy bonito para ser verdad y sin embargo, habrá que concederle el beneficio de la duda al nuevo gobierno que tendremos a partir del 1 de diciembre.
El litro de la gasolina en Laredo, Texas está en este momento en 11.98, en Nuevo Laredo esta en 14.75 y en el interior del país ronda los 18 pesos.
El kilowatts de energía es un 30 por ciento más barato en la vecina ciudad. Nosotros pagamos 16 por ciento de IVA y nuestros vecinos el 8.25 por ciento.
También existe el ofrecimiento de bajar el ISR en la frontera del 32 al 20 por ciento.
En realidad a los ciudadanos no nos gustaría pagar ninguna clase de impuestos, pero sin impuestos no puede haber gobierno.
Hay sociedades como en Suecia donde los ciudadanos pagan alrededor del 50 por ciento de sus ingresos en impuestos, lo que se traduce en ser uno de los países más seguros del mundo, con servicios públicos de calidad mundial. Se pagan muchos impuestos a cambio de un buen gobierno.
Habrá que esperar a que entre en funciones el nuevo gobierno, ver lo factible de estas reducciones de impuestos, sin que ello afecte la calidad de los servicios del gobierno y sobre todo que nos reduzcan impuestos, a costa de crear nuevos o subir las tasas de los existentes.
Falta mucho por ver. El incremento al doble del salario suena demasiado bonito y a la vez peligroso. Los restauranteros para poder cubrir esta obligación tendrán que subir el precio de sus productos. E igual tendrán que hacer todos los patrones, incluidos el doctor, el mecánico, el arquitecto, el albañil. Al final puede resultar que lo que poco que antes se compraba con 88 pesos, después se van a necesitar 240 pesos, de tal manera que el aumento a 176 pesos en vez de beneficiar, perjudique. Con estos decretos se dispara la inflación.
En el país hay demasiados rezagos sociales que la gente quiere creer que si es factible cambiar de la noche a la mañana y que basta con la palabra de un hombre para tenerle confianza. Es la fe, son las ganas de creer, de confiar. Pero insistimos, vamos a darle tiempo al tiempo e igual resulta que todo se cumple. Ahí están los casos de Donald Trump y Kim Jong a los que todo mundo juzga de locos y sin embargo se reúnen y promueven la paz. Ahora resulta que ellos son los cuerdos y todos los demás somos los locos.
Igual y pasa con AMLO: él es certero, nosotros los incrédulos.