El gran cambio sociológico ocurrido durante los años ochenta, definió el rumbo y esencia de las sociedades occidentales, pasaron en un período de tiempo muy corto, de ser sociedades conservadoras a liberales, con todo el gran conjunto de cosas buenas y malas que esto nos ha traído, el pasado fue confinado al callejón de los olvidos y dejó de ser referente obligado en la construcción del futuro.
Si bien es cierto que los sociólogos ubican la raíz de este cambio en los años de la posguerra (décadas de los cincuentas y sesentas), con la incorporación de las mujeres y jóvenes a la vida productiva (sector manufacturero), y los avances en la educación y la salud. Cierto es también que en los años ochenta con el desarrollo de las técnicas de mercadeo y la fuerza de los medios en el público, se van dejando atrás las tesis morales y éticas fundacionales que rigieron la vida y convivencia social, durante los siglos XVIII, XIX, y buena parte del XX.
Mismas que bien vale decirlo, en mérito de sus solvencias y atributos, que habían soportado los embates y perturbaciones socio-económicas de la Revolución Industrial, y la tecnificación del trabajo. Desde entonces y para el futuro, el principal fundamento y motivación social, serían el mercado y el consumo, se perdió el hábito del ahorro y la cultura del esfuerzo, y las sociedades se volvieron adictas al consumo, esto lanzó a las clases medias de occidente, hacia una vida cómoda y desinhibida que influyó y determinó el comportamiento social moderno.
Fue entonces, que la percepción social hizo sentir a la gente que podían ser ricos sin mayores problemas, y que el crédito era el camino hacia el confort y mejores condiciones de vida, luego entonces los salarios se auto impulsados hacia arriba, apoyados en la competitividad laboral y tecnológica, en la libre competencia entre las empresas, y en los mercados domésticos y de exportación. Rápidamente esta nueva estructura y concepto de vida, se convirtió en el motor esencial del desarrollo económico y social de occidente.
Fue así como el consumo se volvió consumismo, el mercado sentó sus reales y acrecentó con su poder, la fortaleza de la oferta y la demanda, sus dos vertientes genéticas, auto adicionándose por mandato propio, en ambos casos, el gran e inagotable componente del crédito, eje y centro de la vida moderna en el actual contexto de la globalidad.
De esta manera el financiamiento se convirtió en el gran aleado del crédito, el consumo y el progreso, a la vez que de un nuevo estilo de vida occidental, apetecido por todos los países y sociedades, nadie quiere quedarse fuera del milagro occidental, del gran sueño y aspiración de una vida mejor. Consecuente con esto, la migración humana tomó renovada consistencia y el libre tránsito de mercancías, servicios y personas se convirtió en modelo económico.
Las consecuencias buenas y malas de tan profundo trauma, empiezan apenas a estar a la vista de estudiosos y observadores, el análisis social se ofrece interesante y el rigor teórico de la economía invita a encontrar explicaciones lógicas y saludables para todos. Ha sido entonces, o está siendo, el cambio aludido un proceso y conclusión en el que todos ganan: la gente vive o podrá vivir mejor, las empresas y corporaciones económicas se auto depuran para ser mejores, los gobiernos son más fuertes y eficientes, los ricos aseguran y multiplican sus patrimonios, los pobres y los marginados encuentran en este movimiento, un proyecto de vida útil y satisfactorio.
Lo veremos sin duda amigo lector, un poco más adelante, cuando la evaluación ocupe el lugar de la expectativa y los analistas dejen atrás sus sorpresas y nos sorprendan con sus hallazgos.
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.
