Al tratar de agrupar, racionalizar y sintetizar, para poder concluir y entender, el gran dilema al que se enfrentan las naciones que han sido castigadas por el gran flagelo de las guerrillas políticas, perversamente ideologizadas, hasta alcanzar la más absurda brutalidad humana. Se da cuenta uno, del enorme sufrimiento y daño social que han causado.
Mire usted, amigo lector, en Colombia por ejemplo, a pesar de todos, y valla que han sido muchos, los esfuerzos políticos por alcanzar la paz social, aún y al parecer más todavía hoy que antes, la sociedad de ese país está gravemente dolida y polarizada, por casi cincuenta años de guerra interna entre las variadas facciones guerrilleras y los sucesivos gobiernos federales y locales que han luchado duramente por vencerlas.
Si uno intenta ir al origen de los movimientos guerrilleros, cualquiera que estos sean, e independientemente del país en que se presenten, siempre el problema es político y social, falta de apertura democrática algunas veces, pobreza extrema otras ocasiones, y falta de aceptación social generalmente al proyecto económico y social que estas proponen.
Sin embargo, y regresando a Colombia, la prioridad ha sido, para el presidente Santos, que acabe la matanza, el secuestro y la ocupación exclusiva de territorios por parte de las guerrillas. Detener y buscar erradicar el flagelo primero que nada, a qué costo, al que sea necesario, la pacificación del país es la prioridad y lo único que verdaderamente importa.
Regresar a los disidentes armados al escenario de la política y la apertura democrática, que luchen con las ideas y las propuestas, y desde un partidos político, más no con las armas y en la sierra. Que propongan sus ideologías, planes y acciones de gobierno, en campañas políticas abiertas y razonadas, y si la gente y los electores las aceptan o rechazan a través de las urnas y del sistema político electoral, que se sujeten al escrutinio y resultado de las votaciones locales, regionales y nacional.
Esa es la gran apuesta del presidente Juan Manuel Santos de Colombia, ni un tiro más, por esa razón precisamente ha sido distinguido con el premio Nobel de la paz. La comunidad internacional está consciente que el problema de fondo y origen en esa nación es político programático, de aceptación o rechazo social y electoral, y por eso lo apoyan. No obstante la gente, deudos y víctimas de las acciones guerrilleras se oponen a esta solución convenida y de armisticio generalizado. Aún y cuando no es enteramente así. Hay evidentemente sanciones y condicionamientos legales en curso de aplicación.
No obstante el rechazo social y los daños causados a muchas personas durante cincuenta años, han sido tantos que habrá, necesariamente, de pasar generaciones enteras para que las heridas causadas cierren y el tejido social se recomponga. Entre tanto, el presidente Santos se enfrenta a una encrucijada histórica, similar o igual a la que se han enfrentado otros líderes políticos, en otros países, bajo otras circunstancias y en otros tiempos. Cómo enfrentar a los que se oponen al proceso de paz, por una parte, y cómo avanzar y alcanzar la meta de la reconciliación nacional, por otro lado.
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