La semana pasada el Presidente de la República publicitó la Cartilla Moral en el Estado de México. El documento es una nueva edición del texto escrito por Alfonso Reyes en 1944, por encargo del poeta y secretario de educación, Jaime Torres Bodet. La publicación causo polémica, especialmente en redes sociales, con posturas a favor y en contra. El eje de la discusión fue el cuestionamiento por la laicidad e intencionalidad de la publicación por parte del gobierno federal.
El texto original fue escrito por el poeta, ensayista, narrador, diplomático y pensador mexicano Alfonso Reyes Ochoa, conocido como el “regiomontano universal”. El reciente documento, elaborado por la Secretaría de Educación Pública (SEP), es una readaptación a la realizada en 1992 por José Luis Martínez, como parte de los Programas Emergentes de Actualización del Maestro y de Reformulación de Contenidos y Materiales Educativos de la SEP.
La versión original solicitada a Reyes tenía la intensión de contribuir a la reconstrucción de México después de la revolución. El documento consideraba que la moral de los pueblos civilizados estaba contenida en el Cristianismo. A partir de este supuesto, el texto pretendía ser un apoyo para los profesores al educar a los estudiantes con valores morales e ideas éticas. En esa época se estaban construyendo instituciones que generaran paz y progreso para que México tuviera un futuro próspero.
Si contextualizamos el supuesto e ideal de Reyes podemos entender porque la moral propuesta en su obra tenía una base religiosa. En aquella época la sociedad mexicana era más homogénea, y la religión cristiana-católica era compartida por gran parte de la sociedad. La Cartilla Moral es una obra que debe ser entendida a partir de la época en la que se realizó para reconocer su valor histórico. Pues es por ese valor que aún se realizan nuevas ediciones y vale la pena leerla como parte de la cultura literaria de México.
La reciente adaptación realizada por el gobierno federal es una buena intención para recuperar aquellos valores postrevolucionarios, pero realmente no tendrá una gran impacto en el comportamiento de la sociedad. El documento que se difunde puede formar parte del acervo cultural de los mexicanos pero no existe obligatoriedad o una política pública definida para llevarla a la práctica. Es por eso que la desacreditación del texto no es pertinente. Tal vez podríamos cuestionar los posibles rasgos ideológicos del gobierno a partir del texto, pero sería más pertinente hacer observaciones a partir de su desempeño.
Por otra parte, es interesante que la publicación de esta edición de la Cartilla Moral generó en la ciudadanía reflexiones sobre valoraciones éticas y morales; que se plantean desde la persona hasta la civilización y la cultura, la familia, la sociedad, la ley y el derecho, la patria, la especie humana y la naturaleza. Ejercicio primordial para generar cohesión social y una visión compartida del mundo que los rodea.
