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Francisco a Joe Biden

Entre disturbios, tensiones político-sociales y la atención mundial puesta en Washington, llegó el día de la toma de posesión de Joe Biden como el presidente número 46 de Estados Unidos. Sin duda, un acontecimiento que desborda las fronteras y los continentes.
Ante esto, el Papa Francisco, como Jefe de Estado y desde su posición como sucesor de san Pedro, envió al nuevo presidente un breve mensaje de felicitación, ánimo… y, también, compromiso:
“Le manifiesto mis cordiales felicitaciones y la seguridad de mis oraciones para que Dios Todopoderoso le conceda sabiduría y fuerza en el ejercicio de su alto cargo”. Palabras, sin duda, de tinte diplomático pero que no se quedan allí. El Papa continúa diciendo que desea que “el pueblo estadounidense continúe obteniendo fuerza de los altos valores políticos, éticos y religiosos que han inspirado a la nación desde su fundación”.
En estas letras Francisco puede estar remitiendo tanto a la Declaración de Independencia (1776) que claramente manifiesta su fe en Dios Creador, la igualdad entre los hombres, la defensa de derechos inalienables como la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; así como a las primeras líneas de la Constitución (1787), que busca la unión, la justicia y la libertad para los estadounidenses.

Por si quedaran dudas, el Papa es claro, y después de señalar que las graves crisis se enfrentan con unidad, le afirma que pide a Dios por su trabajo frente al gobierno de modo que logre “construir una sociedad caracterizada por la justicia y la libertad auténticas, junto con el respeto indefectible de los derechos y la dignidad de todas las personas, especialmente los pobres, los vulnerables y los que no tienen voz”.
En estas palabras sobre los más desfavorecidos e indefensos resuenan indudablemente los migrantes irregulares, los ancianos, los descartados, los excluidos, los no nacidos.
En pocas palabras el Papa hace un llamado explícito al respeto de la dignidad de todas las personas, es decir, hace un llamado a la justicia y a la auténtica libertad. En suma, y como lo dirá finalmente, con este breve mensaje, el Papa Francisco hace un llamado a la paz en EE.UU. y, a la vez, por medio de una ética de solidaridad y una auténtica cooperación al servicio, a la paz entre las naciones.
[No podemos dejar de lado la constante llamada a la amistad social y a la hermandad universal sintetizada en su última encíclica “Fratelli tutti”.]

Estoy convencido de que el lenguaje del Papa no es ajeno al nuevo presidente. También, quiero creer, que sus deseos tampoco, pues además de ser católico -y de sus públicos encuentros con Francisco-, en su primer discurso como presidente se ve un hombre convencido de trabajar por la unidad en Estados Unidos (“sin unidad no hay paz”, “vernos no como adversarios, sino como vecinos, tratarnos con respeto”), seguro de dar lo mejor de sí (invocando el himno nacional), y dispuesto a mostrarse honesto y fiel a su país y a sus obligaciones (“diré la verdad, defenderé la Constitución, defenderé a los Estados Unidos de América, y les daré lo mejor a ustedes”).

Carta de los obispos
El episcopado norteamericano también envió una cordial y seria carta al nuevo presidente. En ella, como el Papa, los obispos le felicitan y alientan a trabajar por la unidad y la reconciliación en el país, se muestran dispuestos a trabajar por el bien común y siempre en coherencia con la fe católica, que tanto los obispos como el presidente profesan.
A su vez, después de recodar que todas las personas somos creadas a imagen de Dios, ven con preocupación que el “nuevo presidente se ha comprometido a seguir ciertas políticas que promoverían los males morales y amenazarían la vida y la dignidad humanas, más seriamente en las áreas del aborto, la anticoncepción, el matrimonio y el género”. Por eso, piden al nuevo presidente iniciar un diálogo para tratar los complicados factores culturales y económicos que mueven en el fondo las problemáticas ya señaladas.

Balance
Sin duda, seguirá un tiempo de constante expectación a los pasos de Biden y Harris. Ya pasaron unos días y algo se puede notar.
Por eso hoy, los estadounidenses -y el mundo entero-, hemos de estar bien atentos… más los que vivimos en esta frontera: no podemos dejar de lado que lo que se cuece en Washington o en Ciudad de México repercute directamente en nuestra economía y, por ende, a nuestro modo de vivir.
Por su parte, como se puede ver, la Iglesia -con su fe y su enseñanza social-, se mantendrá al margen de decantarse por algún partido político, pero siempre estará dispuesta a trabajar y dialogar en favor de proteger la dignidad de todas las personas, especialmente de los más indefensos, tal como lo exige el Evangelio de Jesucristo.

Estimado lector: con todo esto, aunque el tiempo no ha dejado de ser convulso y tenso, yo también me sumo al deseo de auténtico respeto para todos (sin importar raza, credo o condición). Solo así se trabajará por la unidad y la paz, para EE.UU. y para las naciones.

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