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¿Flautas o burritos?

Cierta ocasión que acudí a la Ciudad de México, me levanté muy temprano en sábado cuando aún no abrían sus puertas la mayoría de los negocios. Salí del hotel con la intención de almorzar algo diferente, algo de la calle, por lo que al intentar abordar el metro en la estación Allende, me di cuenta que en un callejón adyacente había venta de comida y mucha gente alrededor, por lo que me acerqué y vi que estaban vendiendo diferentes antojitos “chilangos”.

Pero me llamó la atención que muchos de los que llegaban decían “dame una tortuga”, “échame una tortuga”, “viene una tortuga” y pues queriendo saber que carajos era esa mentada “tortuga”, pedí una. Y grande fue mi sorpresa al acercarme a recibirla que vi cuando a un bolillo le metieron dentro un tamal ¡esa era la mentada tortuga!, básicamente un “ahoga-perros”.

A decir verdad la engullí sin mucho ánimo, pero pues ahora sí que no había más, al menos en ese momento. Esa fue mi amarga experiencia con la “tortuga” culinaria de la CDMX. En otra ocasión andando Moroleón, acompañado de mi esposa, fuimos a comer a una fonda por lo que pedimos unos tacos de carne, pensando que serían de carne asada, y pues no, nos trajeron unos tacos de carne de puerco dorada en el comal, que nos terminamos comiendo pues traíamos un hambre tremenda. Pero eran tacos solos, sin nada encima, y solo nos arrimaron una sala, por lo que pedí si me podían traer algunos complementos, pensando yo en un pico de gallo, un guacamole o algunos totopos, y lo único que nos llevaron fueron unos rábanos enteros en unos tazones con agua, así como unos nopales al vapor, que les saltaban toda la baba.

Obviamente no fueron de todo nuestro agrado, pero por fortuna el limón y la sal los hicieron más ingeribles. Aún recuerdo también la primera vez que fui a Papantla, Veracruz, a conocer a los familiares de mi esposa. Los tres primeros días que ahí estuve me dieron de comer puro puerco, ya fuera en carnitas, cueritos, chicharrones, en guisados y hasta en tamales, pero puro puerco. No digo que no me guste el cerdo, pero eso de comerlo tres días seguidos, como que no, menos porque ya no podía dormir muy bien, por lo que al cuarto día enfile a una carnicería a fin de comprar carne de res. Al llegar con el carnicero le dije simplemente “¿tiene carne?” y su respuesta fue afirmativa. Ante esto le inquirí si me podía enseñar que tipo de carne era, por lo que sacó una enorme pierna de puerco, a lo que le refuté que eso era cerdo, y él me dijo, “pues esta es la carne”.

Ahí comprendí que en Veracruz, en casi todo el estado, el puerco es para ellos la carne, y para pedir la carne a la que nosotros estamos acostumbrados hay que decir “quiero res”. ¡Vaya detalle! Para mi fortuna ese mismo carnicero tenía res, por lo que le dije que si me podía dar algunos cortes como rib-eye, sirlon, chuleta, t-bone, y me dijo que no sabía que era eso, que él solo tenía pierna, lomo y costilla, ya fuera en bisteces o en trozo, y pues ni modo, tuve que aceptar esa otra costumbre de aquellas tierras. Y ni cómo olvidar aquella vez que fui a Ciudad Victoria y había un anuncio muy grande en una fonda que decía -flautas a 20 pesos-, por lo que considerándolo una ganga me metí y pedí unas.

La dependiente me dijo que si las quería de chicharrón, de picadillo o deshebrada. Yo que nunca he comido flautas de chicharrón, y extrañamente las he probado de picadillo, decidí que fueran las tradicionales de deshebrada. Y al preguntarme que si quería solo una flauta, le dije que obvio no, que quería la orden de cuatro, por lo que me lanzó una mirada extraña pero a fin de cuentas me tomó al pedido. De rato regresó ¡con cuatro enormes burritos! Ahí aprendí que en Ciudad Victoria les dicen flautas a lo que nosotros conocemos como burritos. Y sólo en Ciudad Victoria, pues en cualquier otra parte del mundo las flautas son a base de tortillas de maíz doradas en el aceite. Pero hazlos entender.

El caso es que me comí solo dos “flautas” y las otras dos me las pusieron para llevar. Bueno todo esto viene a colación porque a donde vayamos evidentemente hay otras costumbres, que tenemos que aceptar, ya que no estamos en nuestra tierra. Es claro que no podemos ir a tratar de imponer nuestros usos, pues cada región tiene los suyos. Recién me enteré, y no sé si haya sido en broma o en realidad, que los hondureños que vienen en la caravana ya se quieren ir de la Ciudad de México, pues ya están hartos de que toda la comida que les dan venga dentro de un bolillo, como la “tortuga”.

Y esto no me hace más que pensar, pues todavía que se les está ayudando (incluso mucho más que nuestros connacionales nayaritas afectados por las lluvias del huracán “Willa”) pese a ser ilegales y haber entrado por la fuerza al país, todavía se ponen sus moños. En esos casos no debe importar si hay o no guacamole o pico de gallo, si es carne de cerdo o de res, si son flautas o burritos, lo importante es llenar la barriga y agradecer por ello, aun cuando no quedemos del todo contentos, pues a fin de cuentas todos tenemos que aceptar los clásicos refranes de: “a donde fueres, haz lo que vieres” y “de hombres bien nacidos, es ser agradecidos”.

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