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Esclavo del teléfono

Salgo de la casa y me enfilo con rumbo al trabajo. Me acompaña mi hermano Chava, quien maneja. En el camino noto que a mi teléfono se le quedó trabada la cámara. Intento resetearlo, e incluso apagarlo, y no lo logro. Llegó al edificio de AT&T (de cuya compañía es la línea) para que me lo arreglen. Lo pasan al área de reparación y tras unos minutos me dicen que lo tienen que revisar a fondo, que regrese por él en cuatro horas. ¡Cuatro horas! Mucho tiempo para estar sin teléfono, pienso. Pero total, que remedio. Le pido prestado el teléfono a mi hermano para comunicarme con mi esposa, y decirle que no traigo teléfono, que cualquier emergencia me hable al número del cual le llamo. Vamos a varias partes a atender diversos asuntos. Pasamos cerca de la oficina de un funcionario y pienso en llamarle para ver si está y ver qué novedades tiene, y me llevo la mano a donde normalmente traigo enfundado el teléfono y al no sentirlo es cuando entiendo que no lo traigo. Desisto de la idea. Seguimos el camino y vemos mucha basura tirada en un predio baldío, y deseo tomar una foto para reportarlo a la autoridad competente, pero tampoco puedo, pues la cámara que normalmente uso, es la del teléfono. Me acuerdo entonces que tengo que ir a la Oficina Fiscal del Estado, a pagar los derechos de control vehicular de mi camioneta, en el último día de pago sin aplicación de recargos. Llego a la oficina fiscal y cuando entro entiendo que requiero cuando menos el número de placa para hacer el trámite, pero recuerdo que lo apunte en el bloc de notas que ¡claro está del teléfono! Incluso le tomé una foto a la placa de la camioneta ¡pero también está en el teléfono! Salgo malhumorado, me voy a la Presidencia Municipal y me encuentro a un compañero que me dice “¡contesta el mugre teléfono, te he estado llamado!”. Tengo que explicarle que no lo traigo. Más adelante veo que están entrevistando a un funcionario, intento grabar lo que está diciendo, ¡pero sí claro, grabo también con el teléfono! Me siento pues desarmado, más malhumorado. A las dos horas transcurridas de haber dejado el teléfono en AT&T le digo a mi hermano que vayamos a checar si ya está listo, esto pese a que me dijeron que fuera en cuatro horas. Sin embargo solo han pasado dos horas y siento que necesito mucho el aparato ese. Total, llegamos a la empresa media hora después, pregunto por el teléfono y tras una espera de más de media hora, finalmente me dicen que van a tener que darme uno nuevo, porque ese se descompuso, ¡pero que me lo van a entregar hasta el lunes!, porque de momento no hay en existencia. ¡Hasta el lunes! Protesto, pero de nada vale, entiendo que ellos no tienen la culpa. Me dan el “chip” para que lo pueda meter a un teléfono desbloqueado y así no estar incomunicado. Me salgo, y al subir al coche, y tras bajar mi hermano que va con rumbo a su casa, enfilo a mi casa. Y es entonces que caigo en la cuenta que me he hecho un esclavo del teléfono (como muchos). Que dependo mucho de ese aparatejo. Y evoco cuando antes andaba por toda la ciudad, sin teléfono, totalmente incomunicado, y que salía a las nueve de la mañana y regresaba a las ocho de la noche ¡y no pasaba nada! Y muchos andábamos igual. Si acaso nos contactábamos por el teléfono tradicional, que en aquel entonces era de disco. Y no hablábamos para la casa, salvo para urgencias, como igualmente era solo para urgencias que nos localizaban. Y no dependíamos de estar viendo a cada rato los chismes de Facebook o WhatsApp, que dicho sea de paso el 95 por ciento son cosas que ni nos interesan, o no nos dejan algo de provecho, pero ahí estamos de chones viendo la vida de los demás. Decido finalmente no preocuparme tanto por no traer teléfono, pues a fin de cuentas puede ser una ventaja. Y lo fue, pues el viernes en la tarde fui al cine, después de mucho tiempo, y goce como nunca la película, sin estar al pendiente del teléfono. Y el sábado también estuve muy tranquilo en casa, sin tener que estar viendo el teléfono. Espero estar igual este domingo. Son como unas pequeñas vacaciones, vacaciones sin teléfono. Ya el lunes volverá el ajetreo y el chismerío, a todo lo que da; ya el lunes volveré… a ser esclavo del teléfono.

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