Grandes espacios mediáticos ha ocupado la disputa entre el jefe del gobierno Español Mariano Rajoy, y el presidente de Cataluña Carles Puigdemont, a raíz de los intentos, o amenazas separatistas de la región autonómica de la Cataluña española, que no de la francesa, la que permanece bajo el gobierno central de Paris, presa de autonomías constitucionales muy limitadas, lo que la deja lejos de cualquier aspiración secesionista.
En todo este largo y desgastante conflicto mucho se ha notado la ausencia mediadora del jefe del Estado español, el Rey Felipe, heredero del reconocido demócrata Juan Carlos, no obstante tratarse la disputa en mención de un asunto, que pone en riesgo la seguridad y conformación constitucional del Estado español. No hubo, le decía mi estimado amigo lector, los buenos oficios políticos de la figura central de la monarquía, su participación fue y ha sido solo en apoyo de la posición asumida por el jefe de gobierno Rajoy.
Quien ciertamente, actuó y sigue actuando como lo que es, un jefe de gobierno titular del poder ejecutivo obligado por razones elementales a cumplir con la ley y la constitución vigente, al estilo gallego por supuesto, con actitudes tozudas, verticales y de máximas consecuencias. Sin la más mínima sensibilidad política e integracionista, aptitudes, lo sabemos todos, totalmente ajenas a su personalidad, formación política y modos de ejercer el poder.
El parlamento, por otro lado, si bien es cierto abrió sus puertas al presidente catalán, en apoyo al señor Rajoy, para discutir en el seno de la representación popular nacional, las motivaciones, argumentos políticos y razones constitutivas que lo impulsan a asumir la mencionada actitud separatista, ya para ese momento muy costosa. Opción que por supuesto no aceptó el jefe y líder del separatismo Catalán. La pregunta obligada en este caso sería. Por qué no fue fructífero el ofrecimiento a todas luces razonable y por demás legal.
Pues por la misma razón que al parecer el jefe de Estado no medió o intervino de mejor manera en la disputa. Porque el fondo de la estrategia del señor Puigdemont es el dinero, más recursos financieros y mayor autonomía para ejercerlos, utilizando la presión política para conseguirlo.
Es decir razones más de gobierno que de Estado evidentemente. Esto de haberse dado algún arreglo parecido al generoso estatus fiscal concedido a las provincias de Navarra y los países vascos, representaría un estado de inconformidad generalizado que debilitaría la fuerza de la federación y se pondría en aprietos la forma constitutiva del Estado español.
Los independentistas catalanes, que en verdad son muchos, y no de ahora, la prueba está que para las elecciones regionales del 21 de Diciembre próximo, los cinco partidos nacionales más grandes, convocan a unirse y formar un frente común capaz de vencer a los independistas, e impedir con esto, que el señor Hufemon y sus aliados regresen al gobierno catalán.
El aislacionismo a que fue sometida la región de Cataluña, por la comunidad europea y el resto del mundo, es tan fuerte, que seguramente cancelará la posibilidad de un diálogo político presupuestal y recaudatorio, lo que dejará un hondo resentimiento en el auténtico e histórico movimiento separatista catalán, que muy posiblemente orille a los líderes políticos regionales y locales, a que se auto radicalicen y pasen a la clandestinidad violenta.
Sin duda, riesgosa apuesta la hecha por el señor Puigdemont, y más peligrosa aún, la decisión legal tomada por el señor Rajoy y el titular de la corona española. Veremos en el corto y mediano tiempo de qué tamaño fue el daño y si hay medidas para controlarlo.
GRACIAS POR SU TIEMPO.
