Enseñanzas

Indudablemente la pandemia del Covid-19 ha venido a cambiar nuestras vidas. Muchos sienten que les ha representado toda una catástrofe, pues han tenido que modificar sus hábitos y hasta enormes pérdidas han registrado. Lo peor del caso es que no se ve para cuándo pueda terminar esta situación, pues cuando apenas se empieza a vislumbrar una luz de esperanza, llega de nueva cuenta la oscuridad de la desilusión. Hay incluso quienes han perdido un ser querido, y sin duda han sido los más afectados. Sin embargo para muchos otros esta situación también ha dejado muchas enseñanzas, pues de una u otra forma nos ha hecho recuperar cosas que habíamos dado por perdidas, empezando por el hecho de estar más tiempo en casa y con ello convivir con los nuestros y estar más al pendiente de ellos, sobre todo de los más grandes en edad, para evitar que se enfermen, y con ello se ha recuperado el amor familiar, que en muchos casos se estaba perdiendo. Otra cosa es que ante el temor de una severa crisis por los efectos negativos de la pandemia, hemos aprendido a gastar el dinero en cosas enteramente esenciales, dejando atrás los gastos superfluos, y hasta ahorrativos nos hemos vuelto, algo que en muchos ya había desaparecido o de plano nunca se había dado. De la misma forma buscamos la manera de comprar donde vendan más barato, para así seguir ahorrando, pues no sabemos qué tanto vaya a durar esto, y sobre todo qué tanto nos vaya a durar el dinero. Con ello hemos aprendido también que las cosas que antes se compraban en otras partes, como es el caso de las tiendas de Estados Unidos, ahora las podemos conseguir en nuestra propia ciudad, buscándole, y con ello contribuyendo a consumir localmente, fortaleciendo nuestra propia economía. Hemos retomado hábitos que habíamos dejado de hacer, como leer, dibujar, escribir, cocinar, asear, sembrar, e incluso ver televisión y jugar en familia. No se diga de hacer reparaciones generales en la casa, que por mucho tiempo dejamos pendientes supuestamente por “no tener tiempo”, ese tiempo que ahora nos sobra al estar recluidos en nuestras viviendas. Hemos aprendido a ser más higiénicos, a valorar la vida, ser más solidarios y compartir lo poco que tenemos con los que menos tienen y más necesitan. Estamos también valorando más el trabajo de muchos, empezando por aquellos que salvan vidas y los que se siguen exponiendo a la enfermedad, porque de su trabajo dependemos todos. Hemos aprendido a agradecer y nos hemos vuelto sensibles, más de lo que pensábamos ser. Hemos aprendido a extrañar a gente que por varios meses no hemos visto, y con ello apreciar más el valor de la amistad. Pero sobre todo hemos retomado la oración en silencio, desde el fondo de nuestro corazón, sin tener que ir a una iglesia para ello, hemos entendido que las cadenas de oración funcionan para salvar a una persona, pues como dijo Jesús: “Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Hemos aprendido muchas cosas más, cada quien desde su propia trinchera, y allí la llevamos. Ya vendrán tiempos mejores, tiempos en que volveremos a abrazarnos, a darnos ese sincero apretón de manos, a tomarnos juntos un café o una cerveza, a comer en grupo, a reír hasta que nos duela el estómago y hasta llorar amargamente por los que se nos fueron, y de alegría por la dicha de volver a estar juntos. Y sobre todo a platicar las experiencias y enseñanzas que nos ha dejado esta pandemia, que lejos de debilitarnos nos ha fortalecido, y como tal regresaremos con mayor ímpetu a la vida cotidiana.