Quien no conoce la historia de su país, suele decir que las elecciones más próximas serán históricas: en realidad todas lo son, unas son recordadas más que otras.
Imagínese ser partícipe, en 1929, de la competencia entre Pascual Ortiz Rubio y José Vasconcelos, el Vasconcelos que años más tarde abrazaría el nazismo y hasta permitió que el gobierno alemán, el gobierno hitleriano, le financiara la revista Timón.
El enfrentamiento entre Vasconcelos y el Estado mexicano fue desigual y este no vaciló en mancharse las manos para imponerse.
Igual de interesante fue la competencia, en 1940, entre Manuel Ávila Camacho y Juan Andrew Almazán. Nuevamente la violencia estalló al calor de la competencia.
En tiempos más recientes, en 1988 se cayó el sistema en plena jornada electoral, lo que ha sido utilizado por la izquierda mexicana para sostener que la elección la ganó Cuauhtémoc Cárdenas, aunque documentalmente jamás lo ha podido demostrar.
Y cómo olvidar la elección del 2000, cuando el PAN ganó la presidencia de la república con Vicente Fox.
La elección del 2006 es recordada porque la diferencia entre el primero y segundo lugar fue de 243 mil votos, con lo cual Andrés Manuel López Obrador reafirmó que no sabe perder, a pesar de que pierde con mucha frecuencia.
Y la del 2012, es recordada porque Enrique Peña Nieto ha sido el candidato presidencial más votado en la historia del país. Ese año vapuleó en las urnas a Andrés Manuel López Obrador y cinco años después le aplicó la dosis en el Estado de México.
¿Cómo será la elección del 2018? El tiempo lo dirá. Va a ser una elección de dos, en la que el PRI se irá al tercer lugar. Puede darse el caso de que el ganador no se lleve el 50 por ciento más uno, de los votos. En una nación democrática eso obligaría al ganador a formar un gobierno de coalición con las demás fuerzas, pero en México eso suena distante, con todo y que es un tema que se ha ventilado y discutido entre diversos sectores de la sociedad.