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El sindicalismo que se fue

En Matamoros las cosas se han puesto color de hormiga en la industria maquiladora y hay la amenaza de un estallamiento de huelga para este viernes, en 45 fábricas que dan empleo a más de 30 mil trabajadores.

Los trabajadores rebasaron a su secretario general, Juan Villafuerte Morales que ha fracasado en sus negociaciones para que desistan de sus intentos. De nada sirve que les diga que con el nuevo salario mínimo autorizado por el gobierno federal, de 172 pesos diarios,  ahora  ganan un 20 por ciento más y que algunas empresas les van a dar un bono anual de hasta 18 mil pesos. Nomás no los convence.

Para las nuevas generaciones, escuchar sobre una huelga es algo a lo que no están acostumbrados. Sin embargo,  hubo una época en que los sindicatos eran el terror de los empresarios.

Aquí en Nuevo Laredo, para no ir tan lejos,  todavía en los años ochentas del siglo XX, las huelgas estallaban cuando no estaban instalados los negocios.

Se construía el edificio de un restaurante y el sindicato de meseros se enteraba y estallaba la huelga en el futuro negocio para exigir la firma de un contrato colectivo. Encima, el sindicato establecía cuántos trabajadores  se  necesitaban, los salarios y una plaza para un  delegado encargado de revisar que se cumpliera con las clausulas del contrato.

Todo eso se acabó con Carlos Salinas como Presidente y Manuel Cavazos Lerma como gobernador. Los dos  fueron implacables, prácticamente se prohibieron las  huelgas y los pocos sindicatos  que quedaron se  manejaron como aliados y empleados del gobierno.

Cuando en noviembre de 1992 una turba destruyó las instalaciones de la aduana y dependencias federales en los puentes 1 y 2, se aprovechó para culpar y desterrar del país, a Pedro Pérez Ibarra, entonces secretario general de la CTM. Una comisión de empresarios  fue a entrevistarse con Manuel Cavazos Lerma, recién electo gobernador, y pedirle que acabase el acoso a Pérez Ibarra y palabras más, palabras menos, el político les contesto: ¡Quién les entiende!, toda la vida han estado que les quitemos a Pérez Ibarra y ahora que lo hacemos,  vienen a defenderlo. ¡Quien les entiende!

Pérez Ibarra no fue perdonado y regresó a Nuevo Laredo muchos años después, pero ya sin poder y con el encono de los dirigentes de la CTM.

Los sindicatos y la CTM perdieron el poder absoluto y abusivo del que gozaron muchos años y que permitió  que un reducido grupo de secretarios generales se hicieran ricos, a  cambio de negociar contratos que beneficiaban a los empresarios.

¿Qué va a pasar en Matamoros y sus maquiladoras? No lo sabemos, lo que sí es seguro es que los sindicatos ya  no volverán a tener el apoyo  abusivo  de hace  más de tres décadas. Y qué bueno, porque solo hacía ricos a los líderes, en tanto que a los obreros los condenaba a subsistir con  bajos salarios.

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