Recuerdo mis primeros días de clases llenos de emoción por conocer a mis nuevos compañeros, a las nuevas maestras y maestros, descubrir el nuevo salón y por muchos otros detalles que hacían de esos días los más emocionantes. Nunca antes habíamos imaginado un regreso a clases como el que vivieron millones de estudiantes la semana pasada. La pandemia puso a prueba al sistema educativo de nuestro país, a sus maestros, sus alumnos y a los padres de familia.
El acuerdo entre la Secretaría de Educación Pública (SEP) y las principales televisoras del país, permitió que niñas y niños tomaran sus clases por televisión, considerando que cerca del 93% de la población cuenta con dicho aparato, en comparación con la no tan alta población con acceso a internet. Sin embargo, existe un porcentaje de la población que no cuenta con ninguna de estas opciones; hablo de los más pobres o las comunidades indígenas. El acuerdo y la estrategia podrán tener muchas áreas de oportunidad, pero nos da un ejemplo de la colaboración público-privada al servicio de los más necesitados.
Imagino muchos vimos fotografías compartidas en diversas redes sociales donde se puede observar cómo las maestras y maestros vivieron quizás el regreso a clases más desafiante de sus vidas. Familias completas se enfrentaron a diversos retos, como mantener a sus hijos atentos a la televisión, computadora o radio; decidir qué clase atender cuando existen dos hijos o más; o contar con el apoyo de los abuelos u otros familiares cuando los padres trabajan.
Como lo dijo el Secretario General de la ONU, la pandemia trae consigo una catástrofe generacional, el retraso de décadas de progreso y el riesgo de incrementar aún más las desigualdades existentes. El reto es evitar que las niñas y niños que no han sido alcanzados por la escuela a distancia encuentren opciones diferentes que los distraigan de lo verdaderamente importante: su educación. Hasta 2018, 260 millones de niños aún estaban fuera de la escuela. De acuerdo con la ONU, 24 millones de estudiantes podrían abandonarla tras la pandemia.
La pandemia también nos da una oportunidad para rediseñar el futuro de la educación. Uno en donde los grupos vulnerables sean el centro de toda estrategia; en donde la educación sea una prioridad para el gobierno al momento de diseñar sus presupuestos; desarrollando habilidades digitales y eliminando las barreras para la conectividad; y dotando a las maestras y maestros de todas las herramientas necesarias para cumplir con sus objetivos.
La educación es clave para el desarrollo sostenible. Las maestras y maestros han demostrado con profesionalismo, compromiso, amor y disciplina que son actores fundamentales en el desarrollo de nuestro país. Todos podemos exigir a nuestros gobiernos mayor inversión en la educación; involucrarnos en las escuelas de nuestros hijos; apoyar causas que impulsen la educación de calidad; y en estos momentos de pandemia hasta prestar el internet de tu casa o negocio para que más niñas y niños puedan aprender a distancia. Alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4: Educación de Calidad, es una tarea que nos compete a todos.
