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El estallido del populismo

Son muchas las advertidas contradicciones entre los populismos y las democracias liberales, incluso se ha llegado a afirmar, no sin lógica, que los primeros son consecuencia obligada de las omisiones de las segundas. Seguramente hay razones y argumentos suficientes para armar una provechosa discusión en torno a estos perturbadores antagonismos, más creo que, hay actualmente sustanciales condiciones para concentrar este debate, a partir de dos fundamentos prácticos.

 

Los resultados económicos y las reivindicaciones sociales ofrecidas en uno y otro caso, es decir, el desastre económico y financiero, que en términos de resultados, presuponen los populismos, y la pauperización social que preestablecen los regímenes democráticos liberales. Es por esto, que a mi entender, es mejor analizar ambas propuestas político-administrativas, de desarrollo económico y social, más desde sus resultados prácticos históricos, que desde el rigor teórico, de filosofía política y oportunidad  de gobernar.

 

En tanto más lejos nos ubiquemos de estos pre-supuesto y condicionamientos, más cerca estaremos de ser, objetivos y claros en el análisis del tema, y mejor aproximación podremos tener a  lo que más nos conviene a todos (electores y sociedad). Me refiero al grave riesgo, con demasiada frecuencia asumido, en las discusiones  socio-productivas, de partidizar en exceso la polémica. Es, yo pienso, de mayor provecho, y tan solo para efectos del debate de las ideas, despartidizar las posiciones y ubicar a estas, solamente en el contexto y especifidad de los resultados prácticos (evaluación por resultados).

 

Desde luego sin pretender caer en la tentación del simplicísimo, me parece que cabe el antiquísimo adagio mexicano, “Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”, en el entendido de aceptar que ambos proyectos de desarrollo socio-económicos no son obligadamente antagónicos, sino que por el contrario, pueden ser complementarios, en cuanto a sus propias capacidades para establecer equilibrios centristas.

 

Vallamos más a lo objetivo, amigo lector: Cuidar por una parte, la salud macro y micro en las finanzas y políticas públicas, concretamente en sus vertientes de gasto y recaudación fiscal (ingreso-gasto). Y por otro lado, abrir un espacio de tiempo razonado, con un adecuado marco de consistente perseverancia en la ejecución de programas y proyectos de desarrollo social.

 

Nada nuevo, luego entonces, en la perspectiva y futuro del desarrollo nacional. México durante algunas décadas le apostó a estos equilibrios, y tan solo en ese contexto, se debe aclarar, pueden explicarse los avances y supuestos retardos del país, y del México moderno y actual, del México de las reformas, que bien nos ponen, lejos del otro, el de la revolución armada y violenta, derivada de las inequitativas condiciones sociales de las mayorías.

 

Es por tanto, amigo lector, que hoy en día, preocupa en suma, el existente clima de confrontación e incomodidad social existente, no tan solo en México, sino en muchos países más de occidente, exacerbado, para pero mal, por la presencia de los procesos  electorales institucionalizados, más consustanciales a las democracias que a los populismos autoritarios y verticales, de los que en México y Latinoamérica sabemos mucho.

 

En unos casos, por sus supuestos lentos resultados, aunque constantes, habría que enfatizar (México por ejemplo),  y en otros por la lamentable insistencia de los regímenes populistas de mantenerse en el poder, no obstante de haber accedido a él, por vías democráticas (Sur y Centro América). Todo finalmente, a causa de las exigencias impuestas  por la inmediatez e intolerancia, ambos elementos usados sistemáticamente como argumento político y de crítica insustancial para hacerse del poder (Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Cuba, Corea del Norte, por ejemplo).

 

Sin duda, difícil paradoja político electoral a la que nos enfrentamos los demócratas liberales, no obstante lo fácil que resultaría entender, no gastar más de lo recaudado, no dar como avance social el subsidio, y lograr la fortaleza del mercado interno (mejores salarios y capacidades de consumo), por la sana vía de la competitividad económica.

 

¿De qué otro modo, dígame usted, amigo lector, salir de la eterna noche de la mediocridad política, social y económica?  (Roma no se hizo en un día, a Estados Unidos, Japón y Europa les llevó generaciones y  en muchos casos  siglos, y sufrimiento de guerras y grandes penurias sociales conseguir el avanzado estatus socio-económico que ahora disfrutan y tienen.   

NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.               

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