Cuando se habla de transformación, se juega con el pasado, se apunta para el futuro, pero se suda en el presente
Enrique Beas
EL UNIVERSAL
Sí, estoy hablando del Campeón de Campeones, del mejor equipo del año; no con el ADN del Atlas, sino un nuevo proyecto efectivo, ganador y muy bien trabajado.
Esta no es una columna pagada, ni queda bien, para la gente de Orlegi. El tema pasa por la capacidad real de transformar, esa palabra tan de moda en muchos contextos de la vida social.
Cuando se habla de transformación, se juega con el pasado, se apunta para el futuro, pero se suda en el presente. Ahí está la fortaleza de este proyecto.
Pero vayamos a la cancha, en donde entendieron cómo fortalecer y qué tipo de futbolista podía creer en romper la racha más longeva de nuestro país. No es un secreto que Atlas puede presumir en distintas etapas de la era profesional el agrado de la afición, suele estar en el quinto puesto de las preferencias y como segundo equipo (es decir, si tuvieras dos clubes favoritos).
Hoy, con los proyectos venideros, el futuro del equipo es muy prometedor, el orgullo de una ciudad muy futbolera, que gracias a esto puede empezar a soñar con tener el más alto nivel de competencia (siempre y cuando las Chivas cambien sus objetivos), gracias a la popularidad que hay del odiado rival.
Eso sí, hoy el Atlas —para conseguir esto— sacrificó muchas cosas, le dio una columna vertebral sin sangre rojinegra y apostó por jugadores extranjeros que tenían una verdadera segunda oportunidad para trascender.
Hoy, los aficionados rojinegros deben sentir mucho orgullo, porque se aprovechó la inercia post pandemia, que los equipos regios siguen sin volver a tener la efectividad de hace unos años, que León también se hizo viejo, que Cruz Azul es una fiesta, que el América está reinventándose y que estos espectaculares Tuzos están muy chavos.
¡Bienvenidos, bienvenidos! A la historia del bicampeón.
@EnriqueVonBeas