Día de Muertos

En casa es una tradición familiar ir al panteón cada 2 de noviembre, Día de Muertos, para rendir tributo a quienes se nos han adelantado en el camino. Es todo un ritual visitar las tumbas de los tíos y los abuelos, poniéndoles sus cervezas o sus refrescos, según eran sus gustos en vida, así como estar alrededor de las frías lápidas contando las anécdotas que tenemos de ellos. Sin embargo este 2 de noviembre no podremos visitarles, dado a que los panteones se han cerrado por la cuestión de la pandemia del coronavirus, y a fin de evitar que haya más contagios en momentos en que se está dando un repunte de dicha enfermedad. Que yo recuerde, nunca se nos habían cerrado los panteones en un Día de Muertos, esta será la primera vez, y la verdad es muy lamentable no poder realizar una tradición tan familiar, pero sobre todo tan mexicana, de visitar las tumbas de nuestros muertos. No habrá tampoco los tradicionales y característicos programas artísticos que se montan en algunos cementerios, para deleite de los asistentes. No, en esta ocasión las tumbas estarán peor de solitarias que un día normal, pues no habrá acceso para nadie. Yo por mi parte decidí acudir desde el domingo pasado a realizar el clásico recorrido, y lo hice acompañado de mi esposa, mis hijos y mis padres, como cada año sucede, consciente del cierre. Y de hecho noté mucha asistencia de personas, que igualmente se adelantaron a cumplir con tan sagrada acción. Pero obviamente no es lo mismo. No es lo mismo ver la aglutinación de gente de un 2 de noviembre, no es lo mismo no poder ver a quienes vemos cada año, rindiendo su propio culto en las tumbas contiguas a las de nuestros seres queridos, no es lo mismo incluso al salir, ir a comer a los puestos callejeros, y obviamente no es el mismo barullo, tan tradicional de un día tan especial. Y es una lástima no poder ser parte este año de tan preciada festividad, justo en un año en que la muerte nos ha trastocado tanto, con la partida de familiares, amigos o conocidos, que víctimas de la pandemia que estamos viviendo, o de otros males que según mi punto de vista se han acelerado precisamente por dicho mal, se nos han ido de esta vida terrenal. Gracias al Todopoderoso ningún familiar mío ha fallecido este año, pero sí he resentido la pérdida de muchos amigos y gente querida, como es el caso de mis compañeros, amigos y mentores, Don Enrique Rivas Ornelas, el Maestro Roberto Gálvez Martínez, mi tocayazo Juan Alejandre Hernández, Don Rubén Bazán Ancira, Don Víctor Noguez, Pablo Trinidad Arteaga, Agustín García Arredondo y muchos otros más, que de antemano pido una disculpa por no poder citarlos a todos en tan breve espacio, pues a los ya nombrados, se unen muchos más que en otros años han fallecido, y que recuerdo con cariño por la huella que dejaron en mi persona. Así que sin duda este Día de Muertos, será muy diferente, y no nos quedará más que conmemorar a nuestros difuntos desde nuestra casa. De hecho he visto con agrado que este año se han incrementado los altares de muertos en las casas, precisamente por dicho impedimento de no poder ir a los panteones a rendir ese tributo. Muchos lo haremos desde nuestro hogar, cumpliendo así la norma de “quédate en casa”. Son otros tiempos, son nuevas normas, que extrañamente hasta a nuestros muertos afectan, y eso que ya no están en este mundo, por lo que nosotros que seguimos estando, sin duda alguna nos afecta mucho más.