Recuerdo cuando planeaba casarme, con la ingenuidad y quizá la falta de madurez, entre mis 20 años, tuve el valor de ignorar un sin fin de “consejos” no pedidos. Realizar lo que deseaba y me proponía, sin importar las críticas e incluso algunos distanciamientos familiares.
Así que, hice caso omiso a “se usara un solo día” busca un vestido de novia barato y sencillo. Pasé por alto el “no tengas viaje de luna de miel, mejor ahorra para una casa”. Me atreví a no escuchar aquello de “disfruta tu matrimonio sin hijos, es más divertido”. Me encerré en mi misma alejando las palabras ante la perdida de meses de mi primer hijo, bajo un “lo bueno que no era un niño grande, eso duele más”. Al nacer mi segundo hijo y después mi hija, hice caso omiso cuando me decían que no los cargara, con un “se van a acostumbrar a los brazos” y también al “déjalos que se ensucien, para que aprendan a comer solos”. Afortunadamente no preste atención a “no tengas hijos tan seguiditos”. Que valiente fui, al siempre vestir a mi hija de colores rosados, aunque me dijeran que le comprara otro color.
Estoy segura de que muchas personas han pasado por algo similar. Y también sé, que hay quien calla y no hace lo que quiere, con su vida y con la de sus hijos. El sistema de creencias es en ocasiones aniquilante. Logremos hacernos finitos y pensemos con discernimiento.
Seguí así sin detenerme, dejándome llevar por mi instinto, aunque aquello se interpretara como rebeldía. Hoy años después, los hechos se han encargado de callar muchas de ellas. He tenido errores, por supuesto. Y he tenido también, grandes sugerencias de personas valiosas que han sumado a mi vida como mujer, como esposa y como madre.
Debo confesar que todas las opiniones mencionadas y muchas otras más, ninguna fue por parte de mi madre. Ahora tengo la certeza que de ahí viene mi valentía. Mi madre era de ejemplo, además de palabras.
Hoy a mis hijos adolescentes, no les debo nada de su niñez ni ellos a mí. Decidí ser mamá de tiempo completo, sin remordimientos, ni arrepentimientos. No ha sido nada fácil, obviamente, pero ha sido y sigue siendo la experiencia mas enriquecedora de mi vida.
Siempre presente, somos la madre de todas las influencias. Tenemos ese poder, hagamos buen uso de él.
Gabriela Guerrero Sánchez. ”Kiki”
gacigue@hotmail.com
