El mundo experimenta la mayor ola de crecimiento urbano de la historia. Más de la mitad de la población mundial ha estado viviendo en ciudades y se espera que la cantidad aumente hasta el 60% para 2030. La rápida urbanización de las ciudades trae consigo retos apremiantes, como lo es una mayor cobertura de servicios públicos de calidad.
Las ciudades son comúnmente descritas como el motor del desarrollo económico de un país. Son el lugar en donde se concentra el conocimiento, la innovación; en donde suceden los principales cambios culturales, políticos y sociales. Impulsar su competitividad y sus niveles de inclusión es clave durante esta reactivación económica.
Una ciudad competitiva se caracteriza por generar condiciones que promuevan la creación de empleos, la inversión y el crecimiento económico. Llegar a esto no es cosa fácil ni a través de una receta única. Lo que sí es indispensable es una estrecha colaboración con el sector privado, pues es este el principal generador de empleos; impulsar cambios normativos que promuevan la inversión; así como políticas que garanticen la inclusión y la sostenibilidad.
El reto también es que los beneficios de la competitividad lleguen a todos los habitantes de la ciudad; que nadie se quede atrás y se impulse la transición hacia ciudades más inclusivas y sostenibles. Elevar los niveles de competitividad e inclusión de la ciudad requiere del esfuerzo y compromiso de cada sector, de cada industria, y por supuesto de sus líderes políticos cuyas políticas públicas e inversiones deben aspirar a continuidad y beneficios a largo plazo.