El triunfo electoral de Donald Trump, circunstancialmente, le da un nuevo aliento al legado político y de liderazgo latinoamericano del recientemente fallecido comandante Fidel Castro Ruz, en contrapunto con la estrategia del presidente Obama de abrir espacios de especulación periodística y amplios escenarios mediáticos que propiciaran el enjuiciamiento público del desaparecido dictador cubano.
Ahora el señor Trump, con su irresponsable y nefasta lengua larga, revive el antiamericanismo de los seguidores o simpatizantes, en Cuba y fuera de Cuba, del discurso y posicionamiento político del único líder iberoamericano, capaz de enfrentar al imperialismo norteamericano y mantenerlo a raya durante más de cincuenta años.
Claro, toda esta gesta a un costo muy alto de pauperización de la sociedad cubana, cuya clase media desapareció por completo de la isla, al trasladarse a la Florida norteamericana, desde donde combatió por igual período de tiempo, sin fortuna, al barbudo guerrillero en el poder. Luego entonces, lo que sigue es ver desaparecer el aludido enjuiciamiento y caída de la imagen de Fidel y la apertura económica y democrática de la isla.
Quien nuevamente volverá a pagar las consecuencias de esta desafortunada circunstancia será, sin duda, el pueblo cubano, al no consolidarse la expectativa de reconstrucción de las clases medias cubanas, forjadoras del crecimiento económico e impulsoras de la democracia y el progreso social a mediano plazo.
Si Ca
stro hubiese muerto a principios del régimen del presidente Obama, su legado político hubiera sido sepultado en el olvido en poco tiempo, ni duda cabe, pero ahora las izquierdas latinoamericanas y los gobiernos afectos a sus doctrinas, como el de Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, Correa en Ecuador y otros más que subyacen encubiertos, podrán reposicionarse ante el mundo aprovechando la -al parecer- incontenible ola de neo-nacionalismos y proteccionismos económicos, contrarios totalmente a la economía global y el libre comercio.
De suceder esto, y déjeme decirle amigo lector, que es muy factible que suceda, las pérdidas podrían ser nefastas, mayormente para los países con economías emergentes como México, que tanto esfuerzo y costo político han invertido en la delicada tarea de encontrar un espacio benéfico en la globalidad y libre economía de mercado.
Las evidencias están a la vista y juicio de todos, con tan solo dos o tres frases emitidas por el lenguaraz de Trump, los temerosos mercados se tambalean. La bolsa perdió al triunfo del sujeto de marras, nueve puntos. El dólar se incrementó en casi 30%, pegándole fuerte a la ordenada política monetaria y consecuentemente a la tasa de inflación, lo que es malo, sin lugar a dudas.
Pero lo que es más malo aún, es que los temerosos mercados financieros sigan la corriente a lo que dice el ahora candidato electo Trump, pues su invariable condición, la de los mercados, por supuesto, es la certeza y cuando esta falta, provoca desbandada y caos en las finanzas. Ahora, a esta mal llamada sensibilidad, agregue usted, amigo lector, lo que el señor Trump ha dicho una y otra vez desde que sabemos de él y su lograda pretensión de alcanzar la presidencia de Estados Unidos, que su gobierno y él mismo serán impredecibles, que su administración estará marcada por la ausencia de certezas, lo que es, repito, veneno puro para el mundo financiero y oro molido para los especuladores y manejadores de los grandes y globalizados fondos de inversión.
Razones hay para que todo el mundo capitalista esté preocupado.
GRACIAS POR SU TIEMPO.
