32 años después

Cuando el terremoto de 1985 tenía yo apenas 12 años de edad y en ese entonces vivía en la colonia Mirador, a donde nos habíamos mudado recientemente. Recuerdo que me enteré del terremoto después del mediodía al acudir a la tienda de la esquina y ver como el tendero, a quien lo identificábamos como “El Paisano”, estaba viendo a través de su pequeño televisor de 13 pulgadas y en blanco y negro, la trasmisión hecha por Jacobo Zabludovsky. Al llegar a la casa le informe a mi mamá sobre la situación y me dijo algo haber escuchado al respecto, pero la situación no pasó más que de ese simple comentario, pues de hecho ni siquiera la televisión prendimos para enterarnos del tema. Ya en la noche en el noticiero nocturno nos dimos cuenta de la gran magnitud del problema, y conforme fueron pasando los días de la inmensidad de la tragedia, pues tanto al día siguiente, como en los subsecuentes, la prensa, la radio y la televisión estuvieron haciendo eco de manera incesante de la noticia. De hecho recuerdo que los organismos sociales se tardaron hasta una semana en organizar las colectas y demás apoyos a los hermanos en desgracia. Esto fue hace 32 años, en aquel aciago 19 de septiembre de 1985. Y este 19 de septiembre del 2017, extrañamente en el mismo día, México volvió a registrar otro terremoto. Pero a diferencia de aquel entonces, la noticia nos llegó casi al momento, esto debido a los avances tecnológicos. En esta ocasión yo tengo 44 años y ahora vivo en la colonia Bertha del Avellano, y a diferencia de poco más de tres décadas, en esta ocasión me he compenetrado en el tema. En esta más reciente fecha a dos minutos de haberse registrado el temblor, ya estaba yo siendo notificado del mismo a través de las redes sociales, concretamente de un grupo de reporteros que conformamos una red de colaboración con la empresa Teléfonos de México (Telmex), y cuyos compañeros inmediatamente empezaron a subir fotografías en las que se enmarcaba la gran magnitud de los hechos, en los que se volvía a vivir la tragedia, justamente en el mismo día en que se conmemoraba la otrora desgracia. En esta ocasión, gracias justamente a la tecnología, el gran corazón de los mexicanos se movió de inmediato, y las colectas empezaron el mismo día, a sabiendas de la gran malaventura registrada. El pueblo de México se ha volcado de nueva cuenta, y en esta ocasión tal vez con mayor ahínco, a apoyar a su misma raza en desgracia. Se han dejado atrás muchas diferencias para como uno solo buscar salir adelante ante la desdicha convertida ya sin duda en una maldición que ha sido bautizada como el S-19, pero de la cual sin duda se habrá de salir, porque así somos los mexicanos, progresivos ante las adversidades y las condenaciones. Yo por mi parte he puesto mi grano de arena para sumarme a los apoyos, confiando una vez más, tal y como ha estado sucediendo, en que nos recuperaremos de la fatalidad. En esta ocasión nos hemos enterado de muchas otras cosas en medio de la tragedia, cuyas situaciones similares a la mejor no logramos conocer hace 32 años, porque no teníamos los mismos canales de comunicación, porque sin duda alguna la tecnología sigue avanzando, para bien o para mal. Sea como sea, en el pasado, en el presente o en el futuro, lo único que me queda claro es que los mexicanos somos solidarios con nosotros mismos cuando la adversidad lo requiere, es nuestra naturaleza, nuestra idiosincrasia, nuestra forma de ser. Somos tan fuertes como para lograr lo que queramos. Por lo demás, que lástima que solo las tragedias nos hagan ver de qué estamos hechos, cuando deberíamos mostrar nuestra estructura y resistencia ante cualquier situación.