El Dólar
Compra:
$16.40
Venta:
$17.40

No pierdo la curiosidad: Pedro Meyer

A sus casi 86 años, Pedro Meyer, pionero mexicano de fotografía digital, prepara una serie de fotolibros y asegura que no le teme al cambio

Agencia Reforma

CIUDAD DE MÉXICO.- La primera fotografía que recuerda haber tomado es la de una borrega dando a luz en La Marquesa. Iba camino a un campamento de boy scouts para el que sus padres le habían regalado una “camarita”. En aquel despoblado terreno, cerca de la carretera, Pedro Meyer, entonces un niño de 11 años, se detuvo a registrar el parto, con una curiosidad, asegura, que no lo ha abandonado.

“La fotografía para mí es la brillante oportunidad de no haber perdido la curiosidad con respecto al mundo que me rodea”, dice el fotógrafo en entrevista.

Meyer cumplirá 86 años el próximo 6 de octubre, e, irónico, comparte cómo planea celebrarlo: “Levantándome por la mañana para ver si todas las partes están completas”.

Nacido en Madrid en 1935, se asentó en México con sus padres, Ernesto Meyer y Liesel Richheimer, en 1939.

Llegaron desde Bruselas, Bélgica, a donde, en el 36, la familia había huido debido a la Guerra Civil Española.

Allí, don Ernesto trabajó como comerciante, y fue la venta de productos belgas lo que lo traería a México; a él por delante.

Ya arraigado en el País, en 1958, fundó una fábrica de plásticos donde el joven Pedro trabajó por un corto tiempo antes de emprender su propio negocio: una empresa de lámparas llamada Rotaflex, la cual abandonaría para dedicarse de lleno a la fotografía, aunque con sacrificios a lo largo de su vida, que no han sido pocos, confiesa.

“Lo hice porque no me quedaba de otra, si quería ser mínimamente consistente con mis inquietudes tenía que hacerlo. Y no me arrepiento de nada de lo que hice. Me permitió acercarme al mundo de manera orgánica”, asegura Meyer.

Su cámara, que lo ha posicionado como uno de los artistas fundamentales en la historia de la fotografía mexicana, ha sido su mejor pasaporte, la justificación para poder estar en todas partes.

“Es el charolazo más eficaz del planeta”, bromea, aunque no tanto, como lo demostró en los terrenos del fotoperiodismo.

Nicaragua, 1978: “El evangelio y la guerrilla II”. Al centro, con boina, el poeta Ernesto Cardenal, en un campamento sandinista cerca de la frontera con Costa Rica. [Foto: Archivo Pedro Meyer]

Durante la Revolución Sandinista, en los 70, fue el primero en fotografiar los campamentos de entrenamiento de la guerrilla, como también entrevistó en su casa al dictador Anastasio Somoza. Había ido a Nicaragua insatisfecho con la cobertura periodística del conflicto; hasta entonces, no había trabajado en ningún periódico.

De allá trajo su reportaje “Ernesto Cardenal comenta el Evangelio entre rifles M-1”, que se publicó en el suplemento Sábado del diario Unomásuno el 4 de noviembre de 1978, y en las semanas siguientes siguió publicando en sus páginas.

“Creo que no existe el fotógrafo que es neutro, químicamente puro; todo el mundo tiene sus preferencias y sensibilidades ante cualquier tema. La pretensión del periodismo de ser neutro es una manera de querer vender noticias dizque neutras que no lo son nunca”, considera.

Durante aquella cobertura en Nicaragua, Meyer se enfrentó a distintos miedos: a no entender, a confundirse, a ser timado y, por supuesto, al miedo físico.

Y como fotógrafo, ¿qué le enseñó la experiencia? “A no creer en los políticos, ni de izquierda ni de derecha”, ataja.

Pero no era ningún novato. Para entonces, ya había cubierto el movimiento estudiantil del 68, cuya tarde fatídica, la del 2 de octubre, hoy cumple 53 años. En la portada y páginas de La noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska, aparecen sus fotografías, como también es suya la imagen de la portada de Los días y los años, de Luis González de Alba.

Además, fotografió Avándaro, el Festival Rock y Rueda, celebrado apenas tres meses después de la masacre del Jueves de Corpus, en el 71.

Su amplia trayectoria puede consultarse en el Archivo Pedro Meyer, con una base de datos en línea que acumula 200 mil originales analógicos, entre negativos y transparencias, y el respaldo de 250 mil fotografías digitales.

Un acervo que incluye 25 metros cúbicos de equipo fotográfico y tecnológico, impresiones, audios, videos, correspondencia, documentos académicos, administrativos y gráficos, además de 210 metros lineales de libros, catálogos y publicaciones seriadas.

Meyer trabaja actualmente en una colección de más de 30 fotolibros que compilan buena parte de su obra, y que culminará, de manera tentativa, en octubre de 2022.

Cada libro, dice, le parece una aventura. “No hay nada más tedioso y aburrido que enfrentarte a un libro autocomplaciente”. Y no pretende que ninguno sea una “enciclopedia de saber”, sino de compartir con los lectores.
Ahí están, bajo la mirada de distintos curadores, no sólo sus fotografías de Nicaragua, el 68, El Halconazo o Avándaro, sino también sus series de Cuba y La Mixteca oaxaqueña, que realizó para National Geographic, así como, entre muchas otras, el entrañable testimonio de los últimos tres años de vida de sus padres, titulado Fotografío para recordar, que también fue el primer CD-ROM audiovisual del mundo, asegura.

¿Y fotografía para recordar? “Todo el tiempo”, responde.

Hace 50 años tuvo lugar la masacre del 2 de octubre de 1968. Meyer estuvo ahí, documentando también el movimiento. [Foto: Archivo Pedro Meyer]

Y, sin embargo, es un visionario. Pionero de la fotografía digital en México, desde 1990 se interesó por aprender el uso y las implicaciones del arte y lo digital. “El cambio no me da miedo. Me da miedo tal vez lo contrario: el no cambio”.

Y añade: “Pienso que en los últimos 50 años el mundo se alfabetizó visualmente como nunca se lo había imaginado ni programado. Pienso que el ser humano es primordialmente visual”.

Y ofrece una cifra contundente: el número de fotos que se suben a la red en una mañana supera la cantidad de fotos en los 150 años en la historia de la fotografía.

Se propuso cambiar los paradigmas de exhibición con su proyecto Herejías, en 2008, cuando 64 museos del mundo mostraron de manera simultánea una retrospectiva de su obra.

Creó en 1973 el Grupo Arte Fotográfico, antes del Consejo Mexicano de Fotografía que fundó con Lázaro Blanco Fuentes y Raquel Tibol, entre otros, con el que organizó los tres primeros Coloquios Latinoamericanos de Fotografía, algo importante para el desarrollo de la disciplina a nivel continental; fue ahí donde se dieron los primeros talleres de fotografía en el País.

Y fue instigador de la creación del Premio de Ensayo Fotográfico de la Casa de las Américas de Cuba, y en el sitio web ZoneZero alojó, desde 1993, el trabajo de mil 500 fotógrafos. “Eso es el dar”, dice Meyer, quien ha invertido sus ahorros en las iniciativas. Como fue impulsor de la creación del Centro de la Imagen en el 94. “Desde el nombre”, ataja.

Por otra parte, está el Foto Museo Cuatro Caminos, el más reciente eslabón de una cadena de esfuerzos que fue producto de la lección aprendida de sus padres, agradecidos con México, su tierra de acogida: siempre es más importante dar que tomar.

Fue en 2015, en la exfábrica de plásticos de su padre, en los límites de la Ciudad de México y Naucalpan, y para ello creó la Fundación Pedro Meyer en 2004. Aunque el lugar cerró el año pasado, debido a la corrupción, robos e intentos de extorsión del crimen organizado, y luego una pandemia que le dio el tiro de gracia.

Después de 70 años con la imagen, la sorpresa asociada a la fotografía no se agota. Surge cada vez que su mirada se cruza con las imágenes captadas a lo largo de su vida, y asoma esa misma curiosidad infantil de cuando se topó con la borrega que paría y disparó por primera vez.

“Lo padre de la fotografía es esa posibilidad de siempre estarte sorprendiendo”.

“Pásate un toque, ¿no?”. Una imagen del festival de Rock y Ruedas de Avándaro, 11 de septiembre de 1971, hace 50 años. [Foto: Archivo Pedro Meyer]

Ejercicio de autorreconocimiento

A lo largo de su vida, Meyer se ha fotografiado a sí mismo innumerables veces, una vertiente recogida en su reciente libro Auto-retratos.

El fotógrafo desafía la noción de la “selfie” limitada a la cara para ampliarlo a cualquier parte del cuerpo, como las manos, e incluso su interior, a través de radiografías y resonancias magnéticas.

“La manera en que lo interpretan es que es un ejercicio narcisista y, sin duda alguna, hay mucho de eso, pero mi aproximación es como de ir a terapia: si te vas al psicoanálisis no vas por un ejercicio narcisista, sino para conocerte y tratar de entenderte”, explica.

Sus autorretratos, explica en el libro, han evolucionado a la par de la tecnología.

“Al ver cada uno de mis autorretratos trato de observar los cambios en mi persona; estudio cuanto puedo ver de este individuo frente a mí, a quien supuestamente debería de conocer mejor que a nadie, pero veo que no es así”, escribe.

Concebido como una nueva plataforma tecnológica de impacto regional, Lider Web trasciende más allá de lo tradicional al no ser únicamente una nueva página de internet, sino más bien un portal con información al día que integra a los diferentes medios que conforman El Grande Editorial: Líder Web y Líder Tv

Contactanos:
Tel: (867) 711 2222
Email: editor.liderweb@gmail.com

Social

805 Follows