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El debate equis

La Navidad me pone triste…

José Eleazar Avila

Cada que estamos por esta temporada de cierre de año, presumimos que son tiempos de reflexión, de poner en orden las ideas, de estar en familia, de vivir en paz, de cancelar odios, de rezar sin flagelaciones.

¿Cuántos realmente lo logran, no tengo idea? Debo confesar que personalmente no me considero un “grinch”, solo que no me gusta “La Navidad”. Al menos no la mercantilista, la embriagadora, la falaz, la necia, la mentirosa y pervertida “Navidad”.

Sin que sea 24-25 me gusta estar en familia y celebrar la presencia de Dios, con todos los efectos de mantenerme en vilo y vivo entorno a los seres que amo, amigos que respeto, que me hacen sentir importante y para ello, no necesito la Navidad de Diciembre.

Me encanta abrazar y ser sobado en mi ego; adoro sentirme atendido y en mi distracción curiosa, estoy cierto que atiendo menos y que soy un desequilibrado, que no atiendo las leyes de la física como debiera, por más certezas que tengo sobre la viabilidad de la Tercera Ley de Newton.

Me gusta pedir cosas, para los míos, para los ajenos, para los que no tienen; me gusta orar, me gusta el olor a la cera y pabilo encendido. Y para todo esto, no necesito la Navidad pues hace mucho que entendí el sentido de estar juntos en Dios, y de amar en familia.

Que tropiezo, que fracaso y que soy víctima de lo religiosamente correcto, es verdad, pero no me hace pleno. Añoro la candidez de catecismo, pero no la falsa humildad de las sotanas; extraño la promesa de una vida eterna, pero jamás la ruta festinada del alcohol, el dispendio y los golpes de pecho.

Con un Dios que nos hace falta y al que pagamos tributo con mercancías que él no necesita, en un ritual que habla de nuestra miseria como seres humanos. Seres que culpamos a Dios y al libre albedrío depositado por el Espíritu Santo y por eso, me entristece la Navidad.

Un festejo que no se despoja de lo pagano y que hace de lo material la esencia de lo que debería de ser sagrado, pero quien soy yo para distraer de la voz popular a mis seres amados. Solamente un mundano más con desvaríos, que no tiene ni el tiempo o magia de quitar todo lo que estorba y cambiar esferas por oraciones.

Pero sobre todo, no me gusta que usen a Dios como pretexto para todo. Un Dios sin fecha real de nacimiento y que si analizamos a Lucas 2.8 sabremos que algo no está bien acomodado en el calendario.

Un cuento de que es importante entender, más allá de los intereses de la época. Una historia de encanto que revela que en invierno “había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre sus rebaños. Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor”.

“Pero el ángel les dijo: No temáis, porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que serán para todo el pueblo: Que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor”.

Pero tampoco discutamos por la fecha y si los rebaños en Judea debieron estar bajo resguardo. Hoy solamente los invito a la reflexión. A reinventar la Navidad para que no haya una y su torcido formato de borracheras y competencia de regalos.

Para que la Navidad sean Muchas Navidades, con Dios en el centro de la familia. Un ser superior que jamás nos pidió derroche. Un Dios de amor y sin los disfraces que le forzamos portar.

Un ser que nos lleva de la mano a la verdadera reflexión. A fortalecernos en su palabra, en su obra; jamás en las cosas que son vanidad y cristalería.

O quizá simplemente, hacer como decía Dickens, “honrar la Navidad en mi corazón y procurar conservarla durante todo el año”. O lo que reflexionaba Chesterton: “Siendo niños éramos agradecidos con los que nos llenaban los calcetines por Navidad. ¿Por qué no agradecíamos a Dios que llenara nuestros calcetines con nuestros pies?”

Realmente no lo se. Quizá el ánimo de escribir hoy tiene que ver con la falta de regalos en la infancia, o con la necedad y necesidad de sublimar lo que se me escapa de las manos.

Tampoco lo sé…

OTROSI: Y hasta donde estoy, llega la voz de los priístas de Matamoros que celebraron con una regia posada el éxito del 2016 y que presumen les ha permitido el regreso del pueblo al palacio de Jesús de la Garza.

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