Los mexicanos tienen memoria muy corta. Pocos recuerdan que en el 2012 Enrique Peña Nieto vapuleó en las urnas a Andrés Manuel López Obrador y le sacó una diferencia de 3.4 millones de votos. En números concretos Peña obtuvo 19 millones, 226 mil 784 y Obrador 15 millones 896 mil 999.
Fue tan aplastante la derrota de AMLO que a diferencia del 2006 cuando con un grupo de anarquistas tomó la avenida Reforma y causó daños millonarios entre el comercio, en el 2012 se limitó a un tímido “nos robaron”.
Con el apoyo de las dos principales televisoras, de los más poderosos empresarios, del PRD, PAN, PRI, los sindicatos, la jerarquía católica, los principales medios tradicionales, Peña Nieto llegó al poder como “el salvador” de México, como lo publicó en su portada la revista Time.
En sus dos primeros años de gobierno, Peña Nieto logró el respaldo de todos los partidos para sacar adelante sus reformas estructurales que aparentemente nos llevarían a lograr el crecimiento económico que venimos buscando desde hace dos siglos.
Para la mala suerte de Peña Nieto se dio el caso de Ayotzinapa, no actuó con prontitud y la izquierda mexicana le adjudicó la responsabilidad intelectual y material de la muerte de medio centenar de estudiantes. Ahí se acabó el sexenio peñista. Nunca más se pudo levantar.
En los dos primeros años del sexenio, la figura de Peña Nieto era un apoyo para los candidatos del PRI, después de Ayotzinapa se convirtió en un lastre.
En los últimos días la imagen de López Obrador se auto-dañó, primero con la rechilfa que recibió en un estadio de beisbol y luego con su barrabasada de exigir al Papa Francisco y al rey de España que pidan perdón a México por los excesos de la conquista española de hace cinco siglos.
López Obrador se empeña en actuar como candidato y no como gobernante, con acciones como la rechilfla o lo del perdón a España, su imagen puede continuar deteriorándose y en un futuro su nombre ser un lastre para Morena, como Peña Nieto lo fue para el PRI. La decisión está en sus manos.
Lo cierto, también, es que asuntos como lo de España funcionan como un distractor en una economía que se sostiene con pinzas, ante los caprichos de un Presidente que se empeña en manejar los dineros del país como si fuesen suyos.
Mientras tanto, en Matamoros hay cinco mil desempleados en la industria maquiladora como resultado de las huelgas promovidas por personajes cercanos de Morena.