Ya lo he comentado en muchas otras ocasiones, de chamaco fui tremendo, un verdadero “pingo”, tal vez ahorita estuviera en la cárcel o incluso muerto, de no haber sido por mi madre, Doña Teresa, que siempre me trajo “cortito” a base de “fregadazos”. – Usted no se me va a enchuecar, usted se me va a ir derechito, de eso me encargo yo-, era la frase que siempre me espetaba mamá al darme de chanclazos, cintarazos, varazos o cablazos, cada vez que me portaba mal, que a decir verdad era muy seguido. Pero como los golpes duelen, y mamá nunca se anduvo por las ramas, aprendí poco a poco que tenía que portarme bien, pues de lo contrario me exponía a unas buenas “tundas” propinadas por mi progenitora. De mamá bastaba sentir su fría mirada, para saber que ya la había, o la estaba, “regando” en algo y me estaba ganando una buena friega. Simple y sencillamente cuando llegaba alguna visita a casa y yo estaba de “salero”, me lanzaba una mirada que claramente entendía yo como un “váyase de aquí”, pues a mi madre nunca le gustó que estuviéramos metidos en pláticas de mayores, mucho menos opinando de cosas que evidentemente no sabíamos.
Había respeto, y ese respeto se hacía respetar, porque también recuerdo que muchos de mis amigos recibían el mismo trato que yo por parte de sus progenitores. Y no pasaba nada, era algo normal, era simplemente disciplina, misma que también se aplicaba en las escuelas por parte de los maestros, quienes a su vez la hacían valer a base de “reglazos” o varazos. Era algo aceptable, y que ayudó a forjar hombres de bien, pues en aquel entonces no había tanto malandrín. Y eso se debía gracias a la férrea disciplina que teníamos en casa, y que se continuaba en la escuela, con nuestros maestros, que eran prácticamente nuestros segundos padres. Pero como ya sabemos, poco a poco las cosas fueron cambiando, empezaron a surgir personas que consideraron que no era justo que se “maltratara” a los chamacos, y con ello la disciplina se fue perdiendo.
Y todavía hoy en día, en tiempos en que nos hemos dado cuenta del error que cometimos, al ya no permitir que se educara a los hijos a base de “fregadazos”, para que entiendan que deben portarse bien, se siguen cometiendo esos errores, y prueba de ello es que esta semana se aprobaron reformas a la Ley de Educación y al Código Civil en las que se prohíben castigos físicos en las niñas, niños y adolescentes, tanto en instituciones educativas o por quienes ejerzan la patria potestad de los menores, esto bajo la supuesta protección de los menores.
Esto implica pues que los padres ya no podrán “nalguear” o “cintarear” en público a un chamaco que se ande portando mal, porque corre el riesgo de ser arrestado por las autoridades. Lo peor del caso es que estas nuevas normas vuelven en momentos en que precisamente los padres ya están aplicando la férrea y antigua disciplina del “chanclazo” para evitar que sus hijos se vayan por el mal camino. Definitivamente esto es un error, y hasta donde se sabe la propuesta salió de una diputada que tiene un hijo no muy buen portado que digamos, ya que ha incurrido en una serie de irregularidades, y por lo tanto es claro que no tuvo la debida educación de su madre, en este caso la diputada “alcahueta”.
Pero en fin, por lo que a mí respecta, cuando vea a un padre o una madre, reprender en público a su hijo por su mal comportamiento, lejos de denunciarlo le voy a aplaudir, porque entenderé que está coadyuvando en el mejoramiento de nuestro entorno social, porque ese chamaco malcriado al rato que crezca podrá representar un potencial riesgo para la seguridad de todos nosotros, si es que justamente no se le corrige a tiempo, si es que se le permite hacer lo que quiera, si es que se siguen creando leyes para que no se les castigue, como se les debe castigar, ahora que están chicos, y así el día de mañana no sean un problema para la comunidad.
