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Buen hombre

Lo conocí un 12 de septiembre de 1997. Recuerdo muy bien la fecha. Ese día fui a buscar su domicilio aparecido en un aviso de ocasión. Estaba rentando un local comercial en la colonia. Un día antes mi mujer y yo habíamos acordado poner una estética, toda vez que ella trabajaba en una donde si bien es cierto le pagaban un buen sueldo, éste apenas formaba el 20 por ciento del total que la dueña del negocio recibía por el trabajo que ella hacía. Yo venía de fracasar en mi primer , y me había “juntado” con la que ahora es mi segunda esposa, por lo que al saber que ella era la que  acía todo el trabajo en su empleo, le propuse poner una estética propia y así ganarse el 100 por ciento.

Ella contaba con sus propias tijeras, máquina de cortar pelo y demás utensilios, por lo que solo nos faltaba un local y el inmobiliario. Estuvimos de acuerdo en hacerle la lucha y al día siguiente a muy temprana hora compré el periódico para buscar un local, y para mi sorpresa encontré un anuncio que decía “se renta salón de belleza con todo y muebles”.

Inmediatamente me dirigí al lugar, que era en Gutiérrez 5921 y busqué al dueño, y para mi fortuna no había llegado aún nadie a preguntar por el local. El señor, una persona en edad avanzada, de estatura baja, ameno, pero claro en sus palabras, me enseño el local, el cual contaba con todo el mobiliario necesario, para empezar de inmediato a trabajar.

La renta constaba mil pesos, pero había que dejar un depósito de mil 200 pesos, justamente lo que yo traía, por lo que le pedí que si me aceptaba dicho dinero, y me daba oportunidad de pagarle el resto el fin de semana, no sin antes relatarle los planes que teníamos.

Me miró fijamente a los ojos, y me dijo “se ve que tienes ganas de echarle ganas”, y me dio una semana para pagar el resto. Ahí por primera vez supe que cuando uno se propone algo, hay fuerzas espirituales que te apoyarán.

Como bien lo dice Paulo Coehlo en su libro “El Alquimista”, “cuando quieres realmente una cosa, el Universo conspira para ayudarte a conseguirla”, pues mira que dar el paso de poner el negocio, encontrar un aviso de renta del local con todo y muebles, ser el primero en llegar, y sobre todo tener la fortuna de que me diera la facilidad de pago, es muestra de ello.

Acordamos empezar el lunes siguiente, es decir 15 de septiembre de 1997, para que corriera con la quincena, así que ese día nos instalamos y abrimos a las 10 de la mañana, no sin antes poner un enorme anuncio hecho el fin de semana que decía “especial corte de pelo 10 pesos”, siendo que en ese entonces el promedio era de 15 pesos. Yo me fui a trabajar y regresé a las cinco de la tarde y al llegar mi mujer tenía varios clientes en espera. Ese día hizo 33 cortes de pelo, siendo que yo pensaba que no haría ninguno.

El sábado, con lo ganado en esa semana, saldamos el resto. De ahí en adelante nos fue muy bien. Don Jesús González, que es como se llama el buen hombre que nos rentó, siempre fue muy atento con nosotros, y siempre recibió el pago de su renta cada 15 de mes.

Estuvimos ahí casi año y medio, pues después decidimos poner el negocio en nuestra propia casa en la colonia Infonavit. Nos despedimos de Don Jesús con mucho agradecimiento. El local se volvió a ocupar, pues ya estaba aclientelado, aunque muchos de esos clientes nos siguieron hasta la Infonavit. Después, por cuestiones de espacio nos mudamos al norponiente de la ciudad, y allá volvimos a poner la estética, donde prevalece. El local de la calle Gutiérrez más adelante quedó solo, según constatábamos al pasar por ahí. Y al hacerlo recordábamos a Don Jesús.

Un día le pregunté a mi mujer sí todavía viviría, por lo que acordamos que lo indagaría. Supe que sí, que aún vivía en la parte de atrás, pese a haber vendido el terreno. La semana pasada finalmente lo localicé. No me reconoció de inmediato, pues a sus 89 años de edad le falla la vista y reconoce que ya no se acuerda de muchas cosas, pero tras la plática finalmente se acordó.

Le dije que estaba ahí para darle las gracias por aquella oportunidad que me brindó, pues si simplemente no hubiese aceptado que más adelante le pagase lo que faltaba, tal vez no hubiese tenido la oportunidad de haber empezado ese negocio. Tal vez me hubiese desanimado, o simplemente no nos hubiera ido tan bien como nos fue en ese lugar.

Lo abracé y le dije si me podía tomar una foto con él, y aceptó con gusto. Luego él me agradeció el haber ido a verlo y acordarme de él, y al hacerlo sollozó. Acto seguido fui al carro y le hice un obsequio que le llevaba y después me dio la bendición, pues es un hombre de fe.

Le dije que después lo volvería a visitar y nos despedimos. La verdad fue agradable para mí ver a ese hombre que me echó la mano en momentos difíciles, en momento de dar vuelta a una página y volver a empezar a escribir otra. Siempre estaré agradecido con él lo mismo que con el Todopoderoso, por tantas bendiciones a lo largo de mi vida. Dios bendiga a Don Jesús, que hasta en su nombre ha llevado el ayudar al prójimo.

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