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Privacidad e inteligencia

Estos son dos temas propios de las democracias liberales, que a través de los tiempos, han estado, están y estarán en conflicto inevitable y sin remedio, por lo menos en los regímenes políticos de occidente, y de pleno derecho. Esta reflexión viene a comentario por la muy reciente revelación de que alguna de las instituciones de inteligencia nacional (no se dice cuál de ellas, ni tampoco en que consistió acción de espionaje), violentó la privacidad de algunos personajes sabidamente críticos (con razón o sin ella), del actual gobierno federal.

¿Hasta dónde?, en mérito de la privacidad personal, se deben sacrificar las tareas de información e inteligencia de los estados, en materias de seguridad del propio Estado, de la Nación, o de un régimen de gobierno, y por supuesto, de la mismísima seguridad pública, sobre todo, en una sociedad en pleno conflicto político y plena lucha por el poder y sus privilegios, además de recién venida a la democracia, la transparencia y el libre acceso a la información, muchas veces, sabido es, proclive al extremismo mediático.

Vale más la privacidad de unos cuantos agraviados, y la de otros tantos, más dolidos por la ofensa de no merecer la distinción e importancia de ser espiados, cuando se tienen repetidas evidencias públicas de que se conspira mediáticamente en contra de un régimen democráticamente establecido y en pleno funcionamiento institucional (no es pregunta, es reflexión), tan solo porque la nota periodística proviene de un medio extranjero, como es el caso que nos ocupa.

Cuando la nota de supuestas interferencias digitales, o escuchas ilegales, se dio a conocer en México por un periodista y un medio nacional, hace más de un año, entonces no fue escándalo mediático, solo lo es, cuando la nota proviene de un periódico estadounidense cuyos presumibles nexos con personajes varios, afectados por alguna o varias de las recientes reformas estructurales, han sido debatidos públicamente.

Es entonces, que se activan las redes de asociación antigubernamental, y se ponen en movimiento los hilos del poder mediático, se despiertan micrófonos en la radio, pantallas en la televisión, y se vierten ideas en la tinta y el papel; y se convoca al ajusticiamiento mediático de un régimen de gobierno que ha estado sometido al acoso periodístico, (con razón o sin ella), durante los últimos cuatro años.

Ejemplos de estas prácticas, los hay y de sobra, en todo el mundo, para no ir lejos. En los Estados Unidos por ejemplo, el régimen de gobierno encabezado por el presidente Ronald Regan enfrentó con relativo éxito, el llamado caso de los contras, triangulación norteamericana: Irán-Nicaragua, para la venta de armas a los grupos guerrilleros opositores al sandinismo y la influencia cubana en la región ístmica de América. Antes el presidente Richard Nixon enfrentó sin éxito el caso Puerta de Agua, diferente porque ahí si hubo allanamiento y robo de documentos al Partido Demócrata. Ahora para no ir más lejos, somos testigos presenciales del escándalo mediático orquestado en contra del tan detestado régimen de Donald Trump; ajusticiado mediáticamente por sus supuestos nexos (nada ha sido probado tristemente), con personajes rusos durante su campaña presidencial.

La realidad es que en este mundo globalizado, todos se espían unos con otros: los gobiernos de sobra lo sabemos, lo hacen estos contra aquellos, de forma legal (por conducto de las embajadas y sus agregados, e ilegal, por medio de sus agencias de inteligencia), la finalidad siempre es la misma, saber que hacen, y como se asocian sus enemigos y amigos.

Los empresarios y corporaciones comerciales lo hacen por razones de competencia e innovación tecnológica (pirateándose ejecutivos y directivos corporativos entre sí), o pagando grandes sumas de dinero a contratistas privados que hacen labor de espionaje industrial, comercial o de innovación científica. Los medios lo hacen, investigan y reciben filtraciones (veraces o no), para conocer que hacen los funcionarios públicos y que proyectos políticos tienen.

Los ciudadanos de a pie, no escapan a esta tentación, y atisban por encima de sus bardas y a través de chismes de barrio, lo que hacen y dicen sus vecinos. Sin embargo este espontaneo deseo, o necesidad natural de saber lo que hace o piensa hacer el otro, el de alado, el de enfrente, el amigo y el enemigo, no justifica la acción ilegal de interferir en la vida privada, esto es claro y está fuera de toda discusión. En un Estado de derecho, hay reglas y mecanismos para garantizar la privacidad.

Para el caso que hoy ocupa los espacios mediáticos sobre supuestas interferencias digitales (habrá que esperar las averiguaciones), bien hace entonces, el presidente de la república al ordenar investigar los dichos o denuncias públicas sobre espionaje a periodistas y defensores de derechos humanos en México, a fin de que de resultar ciertas y probadas, se castigue a quien lo hizo y ordenó.

Por esto, y otras muchas cosas más, debemos presuponer, lo que en este y otros casos similares o de la misma estirpe, se busca, tanto de un lado como del otro, y hacer caso omiso a los enjuiciamientos mediáticos.
Vale más esperar a que la verdad llegue.
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.

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