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Videgaray en el Senado

Unas semanas atrás compareció, ante la Cámara de Senadores -uno de los tres poderes de la Unión (Gobierno de la República)-, el Dr. Videgaray Caso, actual titular de la cancillería mexicana, a fin de desahogar su solicitud hecha al asumir el cargo. Lo que de suyo propio habla, y bien, de su conocimiento acerca de la estructura y componentes del Estado mexicano. Ya que es el Senado, la representación de las 32 (ahora 33) entidades que conforman la federación (gobierno federal) mexicana.

Es costumbre, en este tipo de ejercicios republicanos, que a los comparecientes, los senadores de la república le digan lo que por supuesto ellos ya saben. Bien sea en términos de reclamo (para lucirse y presumir de oposición), o de interés institucional legítimo y sano.

Lo cierto es que ésta no fue la excepción, y los legisladores asumieron el mismo gastado molde, ya descrito.

La trasmisión del evento en cuestión, por parte del canal del Congreso, es vivo ejemplo de esta práctica legislativa, considerada por muchos sana, y muestra además de la separación de poderes. Más allá del evento audiovisual, es conveniente leer con interés y detenimiento la minuta de cada una de las intervenciones de los legisladores. Tanto en el posicionamiento partidista, como en el sentir individual de cada legislador.

Yo quiero en esta ocasión, amigo lector, referirme a la intervención del senador Manuel Bartlett Díaz, representante del Partido del Trabajo; primero, porque en sí, es un personaje de larga trayectoria e indiscutible conocimiento y experiencia del sistema político y del quehacer de los poderes legislativo y ejecutivo, en la conducción política de la nación (secretario de Gobernación y de Educación, gobernador de Puebla, senador por en varias ocasiones).

Le dijo el senador Bartlett al canciller Videgaray, como ya le comenté a usted, amigo lector, lo que de sobra sabe, que la reacción del gobierno mexicano ante los insultos y agresiones del ahora presidente de Estados Unidos ha sido tibia, mala y tardía. Que no se advierte hasta ahora, que México tenga una política pública de Estado, que es presa del desconcierto y la improvisación.

Y advierte además, que lo dicho no es tan solo el sentir propio, sino que es, y con mucho más, el sentir del pueblo de México, lo que por supuesto es cierto, sin duda alguna, pues es lo que se deja ver en el acontecer diario. Ya que, recordemos mi estimado amigo, que en política lo que parece es, por eso es muy conveniente tener cuidado con las apariencias, porque éstas forman opinión pública y definen perfiles éticos, morales y políticos personales y, por supuesto, de un régimen de gobierno.

Por sabido se omite, que el senador Bartlett sabe todo esto y más, pues él mismo carga para su propia desgracia política con el estigma (surgido de un marco de apariencias, pues nadie lo ha podido comprobar) de la histórica caída del sistema en la elección presidencial de 1988, suceso que se define como el fraude electoral de mayor significado en la vida política contemporánea de México (más allá de que sea, en su totalidad, cierto o no).

Históricamente, México y los mexicanos tenemos una mala predisposición hacia los Estados Unidos y sus conocidas pretensiones expansionistas, las hemos padecido una y otra vez, de todas las maneras posibles o imaginables, el coloso del norte es insaciable en sus pretensiones imperiales. Ahora con su actual presidente, son estas mismas, soberbias e imperativas. Bueno es entonces preguntarse, qué ganaría el gobierno mexicano con ponerse rudo en su respuesta y beligerante en su accionar.

Mucho más se ha ganado y perdido a la vez, pienso yo, al asumir un perfil prudente e inteligente, dejando que el tiempo mediato e inmediato haga su trabajo, lo que ya se empieza a ver al paso de apenas unos meses. Mucho de esto que hoy le platico, amigo lector, es lo que se aprecia en el discurso introductorio del canciller Videgaray, si lo lee uno con detenimiento y juicio sereno.

La declaración violenta y la descortesía política, no forman parte de la tradición diplomática mexicana y el arrebato es, en juicio de sabios, el peor camino para conseguir fines que se tienen casi a la mano. Se dice, amigo lector, en la jerga popular, que el búho es emblema de inteligencia, porque no habla, tal solo observa y espera el momento para hacerlo.

GRACIAS POR SU TIEMPO.

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