El Dólar
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Tornillos y tuercas

El reloj marca las siete de la mañana y despierto sobresaltado pensando que ya se hizo tarde para llevar a los chamacos a la escuela. Miro a mi mujer a un lado durmiendo plácidamente y es entonces que me cae el veinte de que es sábado. Enciendo el radio quedamente para escuchar las noticias, y ya de ahí en adelante, aunque permanezco acostado, ya no me puedo dormir. Media hora más tarde apago el radio y salgo a sacar los botes de basura, ya que el camión recolector pasa alrededor de las ocho de la mañana. Limpio las suciedades de los perros que hay en el patio, y tras esto me voy a la sala y me acomodo en el sofá para ver la televisión, pero el sistema de cable no está en servicio. No hay señal. Ni modo, me salgo otra vez al patio y veo mi carro vocho de color guindo y recuerdo que no le he cambiado la defensa delantera, la cual ya tengo ahí disponible, por lo que me apresto a realizar dicha tarea. Empiezo a sacar herramienta y más herramienta, porque como siempre pasa, uno piensa que con unas pinzas bastan y resulta que vas a necesitar más de lo que imaginas. También empiezo a hacer corajes porque como es común, yo dejo la herramienta en tal parte, y resulta que mis chamacos cuando requieren de la misma van y la toman, y la dejan quien sabe dónde carajos, que luego ahí ando batallando para encontrarla, en un interminable conflicto familiar, que por más que les diga y les repita que no me enoja que tomen las cosas, sino que no las pongan en su lugar, de plano les vale un soberano comino lo que les diga. Ya metido en la tarea me doy cuenta que faltan algunos tornillos para que la defensa quede debidamente ajustada, a la vez que los que he quitado ya están muy mohosos por lo que decido que es mejor cambiarlos por unos nuevos por lo que voy a la ferretería de la esquina, pero resulta que está cerrada, porque abren hasta las nueve de la mañana. Ante esto hago tiempo y dando la hora señalada acudo al negocio, solo para darme cuenta que no tienen todo lo que necesito. Salgo rumiando del lugar, pensando a dónde voy a ir ahora a encontrar lo que busco. Y cada vez que esto sucede me acuerdo de mi tío Pedro, aquel señor que tornillo o tuerca que se encontraba tirado, lo recogía e iba y lo aventaba en un enorme bote lleno de todo tipo de cosas que como él decía “algún día me van a servir” Y es cierto, porque cuando más necesita uno las cosas, menos las tiene y luego ahí anda uno batallando. Voy entonces a una tornillería en especial, donde sé que sí tendrán las piezas que requiero, y como siempre salgo comprando más de lo que necesito, y que por el momento no voy a utilizar, pero termino diciendo “échemelo porque al rato lo puede necesitar”, aunque como siempre también pasa, no soy yo el que termina usándolo, sino mis chamacos, que como ya dije todo me agarran sin mi consentimiento, y a sabiendas de que “papá lo debe tener”. Es ahí cuando ante la dependienta y la clientela exclamo “ahora sé porque mi tío levantaba los tornillos y tuercas que se encontraba”, a lo que un señor ya grande de edad dijo, “yo también así le hago, porque nunca sabes cuando los vas a necesitar”. Todos los demás asienten, porque saben que es una realidad. Y pensar que cuando uno ve a una persona recogiendo algo de la calle, por muy insignificante que sea, llega uno a veces hasta burlarse pensando que para qué carajos quiere lo que está recogiendo, y hasta de miserable lo tachamos, pero la realidad es que sin duda es una persona previsora. Porque cuántos también no quitamos un tornillo y una tuerca y la tiramos, sin pensar que un día la podremos requerir, y así evitar hacer corajes porque la ferretería de la esquina no ha abierto, o en su caso ya cerró, o no tienen lo que uno quiere. Por lo tanto es obvio que de ahora en adelante si me ven agachándome en la calle, es que tal vez ande recogiendo un tornillo o una tuerca que algún día no muy lejano me pueda servir, sin que por esto sea un ser miserable, sino simplemente previsorio.

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