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Pesos y contrapesos

En una democracia liberal como la de Estados Unidos y la que está en vías de maduración en México, los contrapesos del poder funcionan de manera espontánea y lógica, en favor de los principios e ideologías establecidas. Con ese estatus constitucional es con lo que no contaba, para su sorpresa y caída, el presidente de la Unión Americana (cuyo nombre no merece siquiera ser mencionado). Pensó no sé si inocente o tontamente, que podría manejar como se maneja una empresa o consorcio empresarial (a su antojo y conveniencia), un régimen de gobierno, un puñado de áreas ejecutivas (instituciones) del poderoso Estado norteamericano.

Ese es el peso de las instituciones y sus burocracias, son estas y aquellas, eje y basamento que cohesionan un modelo político y económico. Paso que por cierto, le falta impulsar y consolidar al sistema político mexicano, debido principalmente (considero yo), al temor y mala idea que se tiene en la vida de partidos, de que el triunfo electoral es patente para repartir posiciones administrativas y hacer del presupuesto un botín de beneficio propio, amigos, parientes, subordinados y compadres.

En México este tramo, me refiero a la implantación bajo ley del Servicio Civil de Carrera (sistema en el que las burocracias no temen ser despedidas a capricho), en los tres órdenes de gobierno, poderes del Estado y en los estados, es en buena medida una de las mayores fuente de corrupción, desaciertos político-administrativos y falsas ideas de lealtad política, y por supuesto, fuente inagotable de reparto de posiciones administrativas y de botines presupuestales, moneda sucia con la que se pagan favores, financiamientos y procesos electorales al margen de la ley.

Burocracias y poderes del Estado mexicano, que hacen fuertes y valederas en toda ocasión, al conjunto de instituciones públicas y republicanas, mismas que al final del día, conforman en esencia, y garantizan la permanencia y fortaleza de la democracia y el estilo de vida de una nación libre y soberana. Esta condición es la que a su vez nutre el sistema, que la ciencia política y los politólogos denominan equilibrio de poderes.

Ha de ser difícil o muy complicado (al menos, un verdadero dolor de cabeza), para un agente de bienes raíces, acostumbrado al jaloneo comercial de los negocios inmobiliarios, en los que se puede negociar desde una posición de fuerza aparente o real, copado además por nociones o ideas populistas falsas, cuya base parte de ofrecerle a la gente lo que quiere y no lo que le conviene (a eso se le llama irresponsabilidad institucional y de gobierno), entender lo que es el valor social, político, cultural y económico de las instituciones públicas y republicanas, debe ser muy complicado para este singular personaje que hoy tiene como presidente la Unión Americana.

Se dice y con verdad, pues están de evidencia las minutas de la Cámara de Representantes y de la secretaría de la Casa Blanca, ciertamente información pública, que el presidente de la Unión se entrevistó previamente y durante el último día de negociaciones, con 103 congresistas republicanos para convencerlos de que apoyaran su propuesta de salud. ¿Sabe usted, amigo lector, a cuántos de ellos convenció? ¡A NINGUNO!, lo que le hizo llamar al líder de su bancada para que retirara la propuesta de votación de la mencionada ley.

Dice, también el titular del Poder Ejecutivo de la Unión Americana, en su libro “El arte de negociar”, que cuando se siente que no se puede ganar, hay que levantarse de la mesa, dejar una puerta abierta por si se pudiera volver y retirarse a otro negocio, en este caso, a otro asunto o tema político. Luego entonces -alivio es-, por su pobreza en materia de política y arrogancia en su actuar como mandatario de una gran nación, empezar a convencernos de que este emperador rubio va rumbo al desfiladero, como muchos dijeron desde el principio, va de un error a otro, sin siquiera darse cuenta de que es presidente de doscientos cincuenta millones de norteamericanos y que ha de gobernar para todos y para todo el conjunto de intereses económicos, políticos y culturales, internos, regionales y más allá de estos límites.

Dejar sin seguro médico a poco más de 24 millones de estadounidenses (digo poco más por que las cifras estimadas varían entre 18, 24 y 27 millones), socialmente es una tontería, sobre todo cuando es meta y propósito político de todos los gobiernos, lograr la cobertura universal en materia de salud. Qué más quisieran aún los países miembros de la OCDE, del grupo de los veinte y del conjunto de países de occidente y oriente miembros de la ONU, que avanzar en este tema.

Sacar del negocio de la seguranza a un conjunto de casi mil novecientas compañías de seguros, es una pérdida económica que no están dispuestos a asumir los empresarios del ramo. Imagine usted, amigo lector, los miles de millones de dólares que representa para estas empresas, el dejar de recibir subsidios federales por el diferencial que completa el pago de primas de la póliza de seguro médico. Pues se trata de un seguro subsidiado para 24 millones de familias que por su estatus económico actual, no pueden pagar el costo de un seguro médico a precios normales.

Excluir del negocio farmacéutico al triple de la cifra anterior, de empresas fabricantes de medicamentos unas, distribuidoras nacionales y regionales otras, y miles de miles de pequeñas y grandes farmacias que se dedican a la venta de medicamentos al menudeo, es sin lugar a dudas, una locura, nacida de una falsa idea política y del mundo económico. Ha sido, sin lugar a dudas hasta ahora, la llegada de este singular y chistoso personaje a Washington, un reverendo fracaso. Seguramente pensó que iba a encontrarse con los sumisos y abyectos comerciantes con los que estaba acostumbrado a tratar.

Lo dicho, este tristemente célebre sujeto, no ha podido dar una en lo que va de sus primeros cien días de gobierno, el fracaso y la torpeza lo acompañan de día y de noche: Primero le bloquean las órdenes ejecutivas (decretos del Ejecutivo), en materia de inmigración, los jueces que suspenden su puesta en marcha consideran que hay elementos jurídico-constitucionales para suponer que son ilegales y contrarias a derecho. No omito, amigo lector, recordarle que gracias a la llegada de todo el mundo -de talentos, sabios, académicos, investigadores, infinidad de capitales, multitud de empresarios y trabajadores obreros y comerciante-, Estados Unidos es la poderosa nación que es actualmente.

Qué pena en verdad. Es seguro que de seguir por el mismo camino, de pleitos y arrebatos indignos de lo que se supone debe ser el comportamiento de un hombre de Estado, le irá igual de mal, con el tema de la reforma fiscal, que ya está en la Cámara de Representantes y que pretende en suma, bajar los impuestos a los ricos y subirlos a los de clase media y trabajadora y después, con el Tratado de Libre Comercio, negociación en la que influyen mucho en los diputados, los intereses regionales y distritales de las empresas que pudieran salir perjudicados. Termino con la máxima pronunciada por el premio nobel de economía en su reciente participación en la Convención Nacional Bancaria mexicana: “Primero una tercera guerra mundial que quitar el TLC.”
NOS VEMOS Y LEEMOS EL PRÓXIMO MARTES.

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