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Nuevo Laredo, ciudad de paso

Nuevo Laredo es una ciudad de paso y por aquí han cruzado muchos personajes históricos.

En 1938, por aquí pasó el escritor Graham Greene, para una visita de varias semanas en las que conoció Monterrey, San Luis Potosí, Veracruz, la Ciudad de México, Chiapas y Tabasco y fruto de esa visita fueron dos excelentes libros, El Poder y la Gloría y Caminos sin ley.

Por aquí pasó, en 1963, caminando, Lee Harvey Oswald, el asesino de John F. Kennedy, semanas antes de ese suceso. Cruzó el puente 1 y tomó un autobús a la Ciudad de México, donde visitó la embajada de Cuba.

En 1961, por aquí entró a México, Gabriel García Márquez, y su esposa Meche. Su encuentro con Nuevo Laredo, fue el de una ciudad sucia que no le gustó y así lo describió en Vivir para Contarla, aunque luego regresó en el 2007, como invitado de las autoridades, y por educación elogió a la ciudad anfitriona.

En 6 de octubre de 1910, en la madrugada, Francisco I. Madero, detenido en San Luis Potosí, desde junio, aborda un tren que lo lleva hasta Nuevo Laredo y de aquí viaja a San Antonio en donde redactará su Plan de San Luis y le pone hora y fecha al estallamiento de la Revolución: 20 de noviembre, a las seis de la tarde.

En diciembre de 1917, José Clemente Orozco se fue a los Estados Unidos, en busca de mejores expectativas para su arte.

“La entrada al vecino país—escribe Norma Anabel Barrera en su biografía sobre el futuro muralista—no fue grata para el pintor jalisciense pues al pasar por Laredo, Texas, en la aduana, al revisar su equipaje se encontró con que le habían destruido unas sesenta pinturas, poniendo como argumento una ley que prohibía introducir a Estados Unidos “estampas inmorales”.

En 1921, el general Francisco Murguía lanzó su Plan de Saltillo en el que llamó usurpador a Álvaro Obregón y anunció que la revolución seguiría hasta restablecer el orden constitucional. Murguía convocó a varios militares a su lucha, entre ellos al general Lucio Blanco, que en 1913 fue el primero en repartir tierras agrarias en Matamoros.

En junio de 1922, el cadáver de Lucio Blanco apareció en el río Bravo, en el área de Nuevo Laredo, esposado con el de un amigo. Después siguió el asesinato de un agente del servicio secreto mexicano, en cuya bolsa se encontró la llave de las esposas que habían sido puestas en las muñecas de Blanco y su amigo, escribió John Dulles en su libro “Ayer en México”.

En la década de los años cuarentas del siglo XX, cuando al empresario Octaviano Longoria le preguntaban si era de Nuevo Laredo, contestaba: “No, Nuevo Laredo es mío”.

En 1906, los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón, junto con Juan Sarabia, entraron a Estados Unidos a través de Laredo, huyendo de la dictadura de Don Porfirio. Años después, Enrique Flores Magón recordaría en su libro Peleamos contra la injusticia, que a falta de recursos, iban a las orillas de la ciudad a recoger hierbas y verduras salvajes para alimentarse y cuando había dinero compraban una hamburguesa.

En los siguientes años, en plena Revolución, más de 300 mil mexicanos, dejaron el país y miles lo hicieron por Nuevo Laredo. En el segundo lustro de la década de los años veintes, decenas de sacerdotes pasaron por aquí, huyendo de la guerra cristera.

En fin, este es el Nuevo Laredo donde algunos nacieron y a otros nos tocó vivir.

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