Mis viajes en Uber me han regalado más allá de un buen servicio, buenas experiencias, muchas de ellas me han hecho reflexionar. Cada viaje se ha convertido en tema de conversación con mis adolescentes.
En cada trayecto mi espíritu de Comunicóloga florece, en instantes ya estamos conversando, primero de una manera trivial y después terminan contándome pasajes de su vida que han sido trascendentales. Aquí es donde viene la buena experiencia; viene un desahogo de hechos sorprendentes. El por qué son conductores y no lo que habían soñado hacer, situaciones sentimentales, familiares y los múltiples “hubiera” He tenido oportunidad de alentar, felicitar, incluso aconsejar (porque así me lo piden) , pero lo mas importante he sabido escuchar y eso me ha dado una gran recompensa.
Descubrí que existe una enorme necesidad de ser escuchados, y esta experiencia me lo ha demostrado, vivimos con el tiempo ocupado entre trabajo, compromisos, colegios, actividades extras, que la oportunidad de convivir y platicar se enfoca mas en los pendientes dejando de lado sentimientos, deseos, miedos o simplemente el deseo de compartir algo.
Estoy segura que si escuchamos a nuestros hijos principalmente, se convierte en un proceso de “gana-gana” Para nosotros la enorme tranquilidad de saber cómo se encuentran emocionalmente, saber sus planes, sus deseos, dudas, miedos y sobre todo el ser quienes le demos consejo si así lo requieren. Y en ellos la confianza de desahogarse, de sentirse aceptados, escuchados, comprendidos por mamá y papá. Estemos dispuestos a escuchar, sin planear, que se dé orgánicamente sin importar quien tome la iniciativa. Nada mejor que construir niños y jóvenes seguros de sí mismos. Recordemos como la madre de todas las influencias podemos lograr eso y más.
