Ocho de los 22 candidatos a diputados locales iniciaron sus campañas en el primer minuto de este 15 de abril; casualmente representan a los tres principales partidos, de donde saldrán los ganadores.
Manuel Canales Bermea y Félix Fernando García Aguiar empezaron en la madrugada. Canales Bermea, que va en el Distrito 1, arrancó en un evento en las instalaciones del Comité Municipal y fue acompañado por el diputado federal Salvador Rosas Quintanilla y Ernesto Ferrara, enlace del Comité Directivo Estatal del PAN en Nuevo Laredo.
García Aguiar, el Moyo, del Distrito 3, inició su campaña en Miguel Alemán, respaldado por su suplente, Ramiro Barrera, ex alcalde de esa pequeña ciudad.
Los candidatos de Morena, Oscar Alarcón, del Distrito 1; Diana Cantú, del 2; Luis Alfredo Buerón, suplente en el Distrito 3; hicieron un evento, en el cruce de Obregón y Héroe de Nacataz, en el que estuvo presente el ex alcalde Ramón Garza Barrios.
Los candidatos del PRI, Baudelia Juárez García, Horacio Seone Yeme y Laura Valdez Covarrubias, se reunieron en las instalaciones del Comité Municipal del PRI.
En el inicio de la guerra electoral los candidatos desbordan entusiasmo y todos manejan un discurso triunfalista. Es lo natural. Si desconfiaran de sí mismos, no tendrían nada que hacer en el proceso.
También es normal que en esta campaña los candidatos nos presenten propuestas para transformar a Tamaulipas. Cada uno manejará su propio estilo para intentar convencer a la ciudadanía de que están hablando en serio. Cada ciudadano decidirá a quién le cree, o si de plano no le cree a nadie.
La guerra electoral empieza y, como cada proceso, esperemos que se realice en un clima de civilidad y respeto, aunque francamente nos parece imposible.
Y es que el insulto y la descalificación se han convertido en un ingrediente presente en la mayoría de los últimos procesos electorales, con mayor o menos intensidad.
Los candidatos deben estar conscientes de lo que enfrentan. El que tema salir lastimado por descalificaciones, que se abstenga de participar. No decimos que los golpes bajos se justifiquen, pero forman parte inevitable de la política mexicana.