El Dólar
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¡Eso cala!

Indigna saber que en el sexenio de Enrique Peña Nieto se gastó más de un millón de pesos para surtir de gel, rastrillos, antifaces, desodorantes, rodillos quita-pelusas y papel higiénico, al avión  presidencial.

E indigna, todavía más, saber que el Presidente Andrés Manuel López Obrador exhibe estos excesos en sus conferencias mañaneras, pero no va a emprender acciones legales contra nadie.

Todo queda en cajas chinas, en cortinas de humo, en distractores. El Presidente se empeña en combatir la corrupción con sermones morales que no incomodan a nadie. Insiste en proclamar el fin de la corrupción porque él lo dice.

El gobierno federal hizo un escándalo  –justificado— por el asesinato de 8 mexicanos en El Paso, Texas y en  cambio se ha visto muy blandengue por la masacre de 30  personas en un bar de Coatzacoalcos. ¿Qué acaso los mexicanos muertos en Estados  Unidos son más importantes que los  de Veracruz?

Y en vez de acciones inmediatas para dar con los responsables de la masacre, el gobierno distrae con la remoción del fiscal de Veracruz, cuando lo que importa es hacer justicia a las víctimas.

A México le hace falta el AMLO opositor, ese que  prometió  acabar con la corrupción y con todos los males nacionales. Sería  chido que todo lo que dijo se cumpliera.

Imaginemos, al estilo Quentin Tarantino,  que llega el 1 de diciembre de 2018, y a eso del mediodía, el Presidente López Obrador  cita a conferencia de prensa  para presentar vivos, de carne y hueso, a los 43 estudiantes de Ayotzinapa. De esta manera se cumpliría el grito de la izquierda de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, que tanto repitieron con Peña Nieto.

O imaginemos una economía disciplinada creciendo a una tasa  anual no del 4 por ciento prometida por AMLO, sino al 10 por ciento, como lo  hacía China hasta hace poco y que permitió sacar de la pobreza a 300 millones de chinos. Pero ni 10, ni 4; crecemos al 0 por ciento.

¿Hasta cuándo  dejará de ser candidato y se pondrá a gobernar, señor Presidente? Vuelva a ser el político que era, cuando era opositor. Ese era más certero que el político actual. Ese político fue el que enamoró  y sacó a votar a  su favor a 30 millones.

La  historia nos muestra que el respaldo popular no es para siempre. Y ahí están como ejemplo los tres villanos favoritos de la  historia oficial, Agustín de Iturbide, Antonio López de Santa Ana y Porfirio Díaz. A los tres la ciudad de México los recibió con  flores y repique de campanas por acciones heroicas y con el paso de los años terminaron detestados. A Iturbide lo mataron como a un criminal, a Santa Ana no le respetaron su pierna mutilada y la arrastraron por la calle y a don Porfirio lo obligaron a  renunciar y él lo hizo convencido de que así ya no se derramaría más sangre.

Aún es tiempo para que AMLO  vuelva a ser el político de sus tiempos de opositor, que deje de ser candidato y se ponga a trabajar por el bien de la nación.

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